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Las tribus que terminaron con el Imperio Romano de Occidente en el siglo V dC. ya moraban en Europa mil quinientos años antes. También controlaron regiones en Asia y en África y fueron pueblos con un gran poderío , una desarrollada organización política y habilidades diplomáticas.
Fue tal su poderío que Julio César decidió no intentar la conquista de Germania y establecer una frontera definitiva con ellos.
Estos pueblos bárbaros –vándalos, alanos, suelvos, francos, godos, ostrogodos, visigodos- tuvieron una estructura social y económica que los mantuvo unidos y les permitió subsistir. No llegaron a ser romanizados y mantuvieron sus tradiciones e idiomas.
Los pueblos godos, nómadas procedentes de Polonia que se desplazaron hacia el sureste de Europa, presionaron a los romanos que lograron contenerlos.
Los visigodos lograron derrotar al emperador Valente en el año 378, aunque el imperio romano de Occidente logró sobrevivir 98 años más.
Las tensiones entre romanos y bárbaros fueron inevitables. Sin embargo, los invasores no pretendieron repartirse el imperio, más bien empezó una forzada convivencia entre ellos.
Muchos de ellos se integraron al ejército y a la administración romanos y gran cantidad de godos sirvieron como soldados mercenarios, aprendiendo así el latín y los modos y costumbres latinos.
Sin embargo, la llegada de los hunos acabaría siendo catastrófica para el imperio. Procedentes de Asia, eran jinetes implacables que arrasaban con los territorios conquistados. Se enfrentaron a los visigodos a los que arrojaron al Oeste de Europa.
A mediados del siglo V su caudillo Atila mantuvo en jaque a los romanos, llegando con sus ejércitos a las puertas de Roma. Finalmente en 476 otro pueblo bárbaro, los herúlos, depusieron al último emperador, Rómulo Augusto.
Los pueblos invasores se repartieron el gran botín que representó el imperio romano occidental. Los visigodos se asentaron en España y los ostrogodos en Italia. Con este repartimiento de tierras y con su conversión al cristianismo inició la Edad Media. Por lo tanto, en el origen de los estados europeos actuales están subsumidos los pueblos extranjeros que terminaron con la hegemonía romana.
Durante la Edad Media, otros pueblos considerados también bárbaros amenazaron a Europa. Nuevamente la guerra y los saqueos fueron su forma de vida, como fue el caso de los vikingos del norte, grandes navegantes que zarparon de Escandinavia entre los siglos VIII y XI y llegaron hasta el Mar Negro y las costas de Norteamérica. En muchas ocasiones, sus invasiones fueron en realidad movimientos de migración y en el siglo X se establecieron en las cosas del noroeste de Francia, cristianizándose y pasando a la historia como normandos. El nombre de la región perdura hasta la fecha.
Otros invasores fueron los mongoles, potente coalición de tribus cuyo caudillo fue Genghis Kahn. El imperio mongol abarcó China y Rusia y llegaron a invadir Europa y el Cercano Oriente. Con un ejército muy disciplinado y despiadado, el poder de la Horda de Oro se mantuvo durante más de dos siglos. Su crueldad fue legendaria: en el año 1221 masacraron en pocos días a más de un millón y medio de civiles de la ciudad persa de Nishapur construyendo con las cabezas de sus víctimas varias pirámides. La catedral de San Basilio en el Kremlin ruso conmemora la derrota definitiva de los mongoles a manos de Iván IV a mediados del siglo XVI.
La historia de los bárbaros es, por ello, fundamental para entender la historia de Europa, especialmente el establecimiento de pequeños estados cuyas fronteras actuales, en muchos casos, corresponden con los antiguos límites entre las tribus.
Fue tal su poderío que Julio César decidió no intentar la conquista de Germania y establecer una frontera definitiva con ellos.
Estos pueblos bárbaros –vándalos, alanos, suelvos, francos, godos, ostrogodos, visigodos- tuvieron una estructura social y económica que los mantuvo unidos y les permitió subsistir. No llegaron a ser romanizados y mantuvieron sus tradiciones e idiomas.
Los pueblos godos, nómadas procedentes de Polonia que se desplazaron hacia el sureste de Europa, presionaron a los romanos que lograron contenerlos.
Los visigodos lograron derrotar al emperador Valente en el año 378, aunque el imperio romano de Occidente logró sobrevivir 98 años más.
Las tensiones entre romanos y bárbaros fueron inevitables. Sin embargo, los invasores no pretendieron repartirse el imperio, más bien empezó una forzada convivencia entre ellos.
Muchos de ellos se integraron al ejército y a la administración romanos y gran cantidad de godos sirvieron como soldados mercenarios, aprendiendo así el latín y los modos y costumbres latinos.
Sin embargo, la llegada de los hunos acabaría siendo catastrófica para el imperio. Procedentes de Asia, eran jinetes implacables que arrasaban con los territorios conquistados. Se enfrentaron a los visigodos a los que arrojaron al Oeste de Europa.
A mediados del siglo V su caudillo Atila mantuvo en jaque a los romanos, llegando con sus ejércitos a las puertas de Roma. Finalmente en 476 otro pueblo bárbaro, los herúlos, depusieron al último emperador, Rómulo Augusto.
Los pueblos invasores se repartieron el gran botín que representó el imperio romano occidental. Los visigodos se asentaron en España y los ostrogodos en Italia. Con este repartimiento de tierras y con su conversión al cristianismo inició la Edad Media. Por lo tanto, en el origen de los estados europeos actuales están subsumidos los pueblos extranjeros que terminaron con la hegemonía romana.
Durante la Edad Media, otros pueblos considerados también bárbaros amenazaron a Europa. Nuevamente la guerra y los saqueos fueron su forma de vida, como fue el caso de los vikingos del norte, grandes navegantes que zarparon de Escandinavia entre los siglos VIII y XI y llegaron hasta el Mar Negro y las costas de Norteamérica. En muchas ocasiones, sus invasiones fueron en realidad movimientos de migración y en el siglo X se establecieron en las cosas del noroeste de Francia, cristianizándose y pasando a la historia como normandos. El nombre de la región perdura hasta la fecha.
Otros invasores fueron los mongoles, potente coalición de tribus cuyo caudillo fue Genghis Kahn. El imperio mongol abarcó China y Rusia y llegaron a invadir Europa y el Cercano Oriente. Con un ejército muy disciplinado y despiadado, el poder de la Horda de Oro se mantuvo durante más de dos siglos. Su crueldad fue legendaria: en el año 1221 masacraron en pocos días a más de un millón y medio de civiles de la ciudad persa de Nishapur construyendo con las cabezas de sus víctimas varias pirámides. La catedral de San Basilio en el Kremlin ruso conmemora la derrota definitiva de los mongoles a manos de Iván IV a mediados del siglo XVI.
La historia de los bárbaros es, por ello, fundamental para entender la historia de Europa, especialmente el establecimiento de pequeños estados cuyas fronteras actuales, en muchos casos, corresponden con los antiguos límites entre las tribus.
santiagotc:
gracias
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