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Los procesos de domesticación son importantes para entender los mecanismos de la herencia.
Existen evidencias arqueológicas que demuestran que el hombre ya tenía perros domésticos hace 8 mil años.
El hombre buscaba beneficiarse de las características de los animales utilizándolos en todas sus actividades, para ello y sin contar con conocimientos de genética, se dedicó a seleccionar los animales con las características que le convenían (los más grandes, los mejores productores de leche, los más ágiles, etc.) dependiendo del uso que quería darles. Por ejemplo, si quería mejorar la cantidad de carne, cruzaba los animales más grandes y mejor desarrollados con el propósito de que sus hijos tuvieran esa misma característica y que al paso de varias generaciones, la mayor parte de sus animales la tuvieran.
Hasta el siglo XIX, Oscar Hertwig demostró que los caracteres hereditarios de los nuevos individuos eran resultado de la unión de un óvulo con un espermatozoide.