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Freddy Avilés Zambrano
6 de mayo, 2017
Una de las bases fundamentales de la democracia es la utilización del voto mediante el cual el ciudadano elige a sus representantes. El voto es universal, es decir, la participación de todos los ciudadanos en un proceso electoral sin ningún tipo de distinción es parte de la esencia del sistema, que como dijo Winston Churchill: “La democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los sistemas políticos restantes”.
Roma y Atenas
Fue en la antigua Grecia, específicamente Atenas, entre los siglos V y VI a. C., donde surge y se desarrolla la democracia. El punto de confluencia de este sistema es la ekklesia o llamada asamblea de ciudadanos, que era donde se tomaban las decisiones cruciales para la sociedad ateniense.
Allí, quienes tomaban las decisiones eran los ciudadanos, que se reunían las veces que se consideraba necesario para adoptar leyes, tratar temas de orden público y las finanzas de la ciudad- estado. Además de elegir a los funcionarios a los que se delegaban estas responsabilidades. A simple vista la democracia ateniense se distingue por el grado de participación de sus ciudadanos, pero no era tan real. En Atenas la participación de los ciudadanos en las decisiones de la Asamblea era restringida, pues no todos podían actuar en ella.
Los varones adultos eran los únicos que lo podían hacer, el resto como las mujeres, los esclavos y los extranjeros que tenían años residiendo en Atenas estaban imposibilitados de participar.
En Roma, la ciudadanía se circunscribía a los patricios y plebeyos que tenían la potestad de ejercer el voto para elegir magistrados para el Senado. Por supuesto, este voto estaba signado por la posición social y económica del elector por lo que no todos tenían ese derecho, excluidos eran los esclavos, los parias y las mujeres.
Esta forma de participación ciudadana desapareció con la caída del Imperio romano, el surgimiento de la Edad Media y la posterior formación de las monarquías absolutas. En este sistema monárquico el sufragio universal y la participación popular eran algo impensable, pues la designación del monarca era por voluntad divina.
Revolución francesa
El siglo XVII trajo consigo un cambio radical en el mundo del pensamiento político, era la época del iluminismo y del Racionalismo donde cuestionaba la autocracia y la divinidad real, producto de esta nueva forma de pensar filósofos como Jean-Jacques Rousseau profundizan sobre el tema de la soberanía. Para él, la soberanía está encarnada en el pueblo donde reside el poder, los miembros de una nación son libres e iguales y el derecho de voto es un derecho que nada ni nadie puede quitar a los ciudadanos, es la soberanía popular que será tomada como bandera de lucha por los líderes de la Revolución francesa.
Y es en esta revolución cuando se concretan estos postulados. Con la caída de Luis XVI, los revolucionarios expiden la Constitución de 1791 que establece la ciudadanía activa y pasiva, los activos eran los que poseían fortuna y pagaban impuestos, y los pasivos, aquellos que no los pagaban.
Para elegir a los electores quienes a su vez eran los que elegían a los diputados a la Asamblea Nacional solo lo hacían los ciudadanos activos, la llamada Constitución girondina, por ser elaborada por la mayoría de diputados de esa tendencia política, instituyó el voto censitario y excluía a la mujer de la toma de decisiones.
La Constitución de 1793, elaborada por la mayoría Jacobina, fue la que estableció el sufragio universal masculino, y establecía el derecho a la rebelión y la igualdad de derechos para todos los franceses. El propio Maximiliano Robespierre, uno de los impulsores de esta constitución, manifestaba que todos los funcionarios designados por el pueblo podían ser revocados por él.
Esta carta política no entra en vigencia y el sufragio universal tuvo que esperar hasta las rebeliones de 1848 en París, donde se puso definitivamente en vigencia y además se fijó la jornada laboral en 10-11 horas y reconoció el derecho del trabajo para todos los ciudadanos.
El voto para la mujer en Francia tuvo que esperar hasta 1945 mediante decreto del general Charles de Gaulle.
En Inglaterra
Allí se iniciaron reformas importantes en el aspecto electoral durante la llamada Reform Act de 1832, que aumentó el número de personas que podían votar. A partir de la vigencia de esa ley se fueron modificando o reformando cuantas veces fuera necesaria para lograr ampliar las bases del sufragio hasta llegar al universal. En 1918 se logra incorporar el voto de la mujer, de esa manera la sociedad británica se vuelve inclusiva.
La ley también aumentó el número de individuos habilitados para votar, al incrementar la masa del electorado desde unos 500.000 hasta 813.000, permitiendo así que uno de cada seis hombres adultos votara, en una población total de 14 millones.