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Carlos Muentes es el encargado de salvar el banano. El hombre, de treinta y tantos, usa un casco plástico y camisa blancos y sobre esta, un chaleco azul oscuro. En el lado derecho superior del chaleco tiene una planta verde bordada rodeada de hilos coloridos. La palabra Agrocalidad está escrita bajo esa planta. Muentes trabaja en esta organización —una rama del Ministerio de Agricultura— y es el jefe del proyecto Sanibanano. Como tal, tiene una gran responsabilidad: asegurar que el segundo producto de exportación más importante del país sobreviva, mientras la mayor parte del mundo ni siquiera sabe que el banano está en peligro.
Carlos Muentes está en el Puerto de Guayaquil, el sitio de transferencia más importante del Ecuador para la exportación de banano. Setenta por ciento de todo el banano ecuatoriano es exportado desde aquí a Europa, Estados Unidos, Argentina, y más 70 países en el mundo, explica Carlos. El puerto es también el punto de entrada de la mayoría de importaciones que llegan al país. Este espacio en medio de grúas tan altas como edificios de siete pisos, contenedores del tamaño de un departamento de un cuarto, y barcos que cargan hasta 60 mil toneladas de mercancías —el equivalente a 10 mil elefantes—, puede ser una pesadilla para él. Ya que en este ajetreado escenario Carlos tiene que asegurarse que una enfermedad del tamaño de unos pocas micras —una millonésima parte de un metro, completamente imperceptible al ojo— no entre al país: las esporas de un hongo llamado Fusarium oxysporum f. Sp. Cubense, más conocido como Raza Cuatro.
banano
Carlos Muentes lidera el proyecto Sanibanano del Ministerio de Agricultura. Fotografía de Julia Muldavin para GK
“Raza Cuatro” o “Raza Tropical Cuatro” —como le dicen en países de habla inglesa— es un hongo que entra a la palma de banano a través de las raíces y bloquea sus vasos: esto significa que la planta no puede transportar agua y nutrientes, y muere. El hongo amenaza a toda la industria bananera ya que puede quedarse en la tierra por décadas —y no hay fungicida que lo combata. Hasta ahora, la enfermedad ha sido contenida en Asia, Oceanía, el Medio Oriente y África.
En Ecuador, los productores están nerviosos por dos razones: porque pueden ver los efectos de la plaga en otros países —como Filipinas y Mozambique— y porque esto les trae recuerdos recientes catastróficos: hace menos de 60 años pasó algo parecido en América Latina con la cepa 1 del mismo hongo, y toda la producción mundial estaba en peligro.
Raza Cuatro es la cuarta cepa del hongo Fusarium oxysporum f. sp. Cubense y causa la plaga Fusarium Wiltque produce el decaimiento y marchite del banano. Las otras tres cepas son de la misma familia: vendrían a ser la bisabuela (Raza 1), la abuela (Raza 2) y la madre (Raza 3) de Raza Cuatro. Todas vienen del mismo hongo que evoluciona y cambia. Se parecen tanto entre ellas que incluso los científicos no siempre están seguros de cuál es cuál. La cepa 3 afecta heliconias —flores que lucen como picos abiertos—, la cepa 2 afecta al banano de cocina, plátano Bluggoe, y la cepa 1 —que causa que la planta no pueda transportar nutrientes y agua— casi exterminó la industria bananera a nivel mundial en los años sesenta. Cuando las exportaciones de América Latina empezaron alrededor de 1870, los agricultores plantaban un tipo llamado Gros Michel. Gros Michel se convirtió en la base del imperio de la industria del banano, fue la razón de la expansión de grandes plantaciones, fue la razón del éxito de empresas globales como Dole, Chiquita o Del Monte.
A diferencia de otras frutas, los bananos no producen semillas sino que se reproducen mediante el cultivo de retoños —parecen pequeñas palmas— que son genéticamente idénticos a la planta madre. Su variedad genética es pequeña, son susceptibles a plagas —si se planta en monocultivo es peor por el nivel de propagación—, y esta situación se complica más por su débil sistema inmune. Cuando Raza 1 se extendió en las plantaciones en los años cuarenta, los cimientos de la economía global bananera se desplomaron. En los años cincuenta, las bananeras en Guatemala eran propietarias de un 70 por ciento de la tierra cultivable: el banano era lo más importante. Las empresas tenían todas las de perder: no existe una economía bananera sin bananas. Entonces seguían plantando a pesar de que la plaga arrasaba con parte de sus cultivos. Lo hacían porque no tenían otra opción. Los agricultores en Guatemala y demás países de América aún no sabían que unas décadas antes, alguien del otro lado del mundo había encontrado una variedad de banano diferente en un jardín botánico en Saigón, Vietnam. Tenía un sabor ligeramente distinto a Gros Michel y su cáscara no era tan gruesa pero tenía una gran ventaja: era inmune a Raza 1. Su nombre: Cavendish.