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Con un mayor volumen craneal – de entre 1.500y 1.600 cm3 – una frente más alta -sin arco supraorbital-, la mandíbula corta, los dientes pequeños y la barbilla pronunciada, el aspecto del nuevo homínido era completamente distinto del de sus antecesores y parientes. Poseía ya una gran capacidad para la asociación de ideas y para el habla, derivada de su arquitectura craneal, y esto, sin duda, le dio cierta ventaja frente a las subespecies arcaicas de Homo sapiens con las que llegó a convivir y sobre las que, genéticamente, acabó imponiéndose.
Gracias a su capacidad de adaptación, a su superioridad cultural y a su evolucionada organización social, la población de Homo sapiens pronto comenzó a crecer y a expandirse con éxito por otras regiones de África y de Eurasia. En Palestina, por ejemplo, existen restos de humanos modernos que datan de hace 100.000 años, y en Europa, las evidencias más antiguas, localizadas en el área de los Balcanes, son de hace unos 40.000 años