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LA GUERRA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XVIII
Durante el siglo XVII el arma reina del campo de batalla había sido la infantería. No se podía dar por ganada una batalla hasta que no se conseguía acabar con los bloques de infantes enemigos. Estos, en el transcurso del siglo, habían ido adoptando progresivamente formaciones de menor profundidad, mejorando así el rendimiento de su capacidad de fuego. A finales de siglo la aparición de la bayoneta desplaza por completo a la pica, dando al infante la capacidad de defenderse de la caballería y sin cambiar de arma disparar.
La formación de combate de la infantería era el batallón, de aproximadamente 600 hombres en 3 a 5 filas de profundidad. Los ejércitos se organizaban en regimientos de uno a dos batallones y en el campo de batalla se situaban en dos filas separadas a unos 300 pasos, distancia efectiva del fusil.
En los duelos de infantería ésta marchaba en formación hasta escasa distancia del enemigo y desde allí se castigaban con rápidas ráfagas de disparo. Para mantener la cadencia de fuego, el ejercito francés y español disparaban fila a fila, arrodillándose los primeros para dejar disparar a las filas de atrás. Holandeses e ingleses preferían disparar dividendo el batallón en 4 subgrupos que se alternaban mientras disparaban todas sus filas a la vez.
Debido a la baja precisión de las armas de la época, que apenas alcanzaba el 5%, todo el empeño se ponía en concentrar el mayor numero de disparos simultáneamente sobre un punto, primado la velocidad de cadencia sobre la puntería. El combate se decidía en la mayoría de los casos cuando el elevado numero de bajas acababa desmoralizando a uno de los contendientes. Las cargas de bayoneta eran escasas.
La caballería se disponía en formaciones menores denominadas escuadrones, de unos 150 jinetes, que en cuatro filas cargaban al trote disparando sus pistolas antes de colisionar con el enemigo, o abrían fuego a distancia empleando la carabina, un fusil de menor talla. Su uso principal era limpiar el campo de batalla de caballería enemiga, amenazar los flancos o cargar contra batallones de infantería en desorden, el único momento en el que podían imponerse a éstos.
Como infantería montada se empleaban a los dragones, con monturas de menor calidad que la caballería de línea, pero que a menudo actuaban de modo muy similar a esta.
La artillería se empleaba para hostigar al enemigo a mayor distancia, pero su uso aún no era decisivo en el campo de batalla.
Los cuerpos de elite eran los granaderos para la infantería y los carabineros para la caballería. Aunque cada regimiento contaba con sus propias compañías de elite, estas eran desplegadas en batallones propios.