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Respuesta:
libro de Abraham Valdelomar.
Evaristo Mazuelos, el farmacéutico de P. y Hebaristo, el sauce fúnebre de la parcela eran dos vidas paralelas, dos ojos de una misma y misteriosa y teórica cabeza, dos brazos de una misma desolada cruz, dos estrellas insignificantes de una misma constelación.
Respuesta:
Evaristo Mazuelos, el farmacéutico de la botica "El Amigo del Pueblo", y Hebaristo, el sauce inclinado que vegetaba en una parcela cercana, eran dos almas paralelas. Ambos tenían 30 años y un aspecto cansino y taciturno. Así como el árbol Hebaristo cobijaba a los campesinos a la hora del mediodía, Evaristo escuchaba a quienes cobijaba en la botica.
Evaristo Mazuelos se enamoró de Blanca Luz, la hija del Dr. Carrizales, magistrado que llegó al pueblo como Juez de Primera Instancia, pero lamentablemente para Evaristo, la chica no estuvo mucho tiempo en el pueblo: apenas poco más de un mes. Sucedió que su padre cayó mal al Secretario de la subprefectura, un tal De la Haza, quien al mismo tiempo era redactor de "La Voz Regionalista", el decano de la prensa lugareña. De la Haza escribió un artículo tendencioso titulado "¿Hasta cuándo?"; en este artículo se mencionaba ciertos pasajes íntimos de la esposa del Juez, quien ya era finada. Por ese motivo el Juez, ofendido, dejó la judicatura y abandonó el pueblo, junto con su hija. Sin embargo, Evaristo no perdió la esperanza de volver a ver a su amada, que se había convertido en su inspiración poética.
De otro lado, la vida del sauce, por haber nacido de la casualidad, era solitaria y trágica. Como Evaristo, Hebaristo sentía necesidad de afecto; esperaba la brisa o el pico de las aves, para recibir el polen fecundador. Pero al parecer los otros sauces debían estar muy lejos, pues el polen nunca llegó y el sauce se fue secando lentamente, tal como a Evaristo Mazuelos lo consumía la desilusión de no tener noticias de Blanca Luz. No hacía otra cosa que ir diariamente al borde del arroyo donde languidecía el árbol. El sauce se acostumbró con su cotidiana presencia, quizás intuyendo su solitaria tragedia. Eran pues dos almas similares.
Cierto día Evaristo no fue al lado del sauce. Aquella misma tarde vino el carpintero del pueblo, quien cortó el árbol, y en el lomo de un burro lo trasladó hasta la carpintería "Rueda e Hijos". La madera del árbol sirvió de ataúd al fallecido Evaristo Mazuelos. El editorialista de "La Voz Regionalista" lloró la desaparición del farmacéutico. Lo propio hizo el Alcalde, el Sr. Unzueta (quien a la vez era el propietario de la farmacia), dando un discurso fúnebre, aparentemente muy sentido, en donde aludió al “ataúd de duro roble”, donde yacía un "honrado ciudadano". Al día siguiente del entierro la carpintería entregó una factura al dueño de la farmacia por el valor de un "ataúd de roble". El señor Unzueta reclamó, señalando que el ataúd era en realidad de sauce y por lo tanto su valor debía ser menor. El carpintero no quiso cambiar los términos de la factura, a no ser que Unzueta rectificara lo dicho en su discurso. Unzueta aceptó finalmente pagar como si el ataúd hubiera sido de roble, a fin de no quitar una frase que a su ver había quedado magnífica en su disertación.