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Uno de los más extraordinarios descubrimientos del pasado siglo fue el del "Cerro Sechín", un santuario de carácter ceremonial, rodeado en su perímetro por grandes piedras grabadas con unas bravías figuras perfectamente conservadas, hay en sus trazos cierto parecido con los llamados “danzantes” de Monte Albán en México, y se los relaciona también con las figuras de Tiahuanaco en Bolivia.
Algunas de esas piedras superan los cuatro metros de altura y en su total forman el monumento escultórico más trascendental de toda la costa peruana y probablemente el más antiguo de Suramérica. El hallazgo del “Cerro Sechín” se produjo en 1937, año en el que fue localizada la piedra por los campesinos llamándola del “indio bravo” y que resultó ser la imagen de un guerrero recién ejecutado y lo que se creían plumas resultaron ser sus cabellos erizados.
Fueron hallados cerca de cien monolitos así como toda la parte delantera del templo, el lugar volvió a ser olvidado y muchas de sus piedras desaparecieron, en 1970 con el trágico terremoto del Callejón de Huaylas quedó sepultado lo poco que se había hallado hasta entonces.
En las tres murallas descubiertas se ordenan simétricamente trescientos monolitos, algunos con un peso de tres toneladas, el motivo central del conjunto se desarrolla en torno a la figura del guerrero, y se dispone en dos grandes grupos: los guerreros triunfantes con sus cascos y armas, y los guerreros sometidos quienes en su mayor parte quedaron reducidos a cabezas decapitadas .
Tras los nuevos descubrimientos realizados se cree que al fin se podrá establecer definitivamente la procesión guerrera, revelar su finalidad y explicar el significado de símbolos como el caimán y la serpiente, que esta cultura dejó a otros pueblos y que después permaneció como extenso símbolo en todo el continente hasta la llegada de los españoles.
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