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Las manzanas silvestres crecen desde hace millones de años y existen pruebas de que se cultivaban en Asia hace ya 4000 años. Desde allí, las manzanas se extendieron por todo el mundo y se ganaron su reputación como alimento sano, y por un buen motivo: contienen una auténtica «farmacia frutal» tanto en la piel como justo debajo.
Se dice que la caída de una manzana inspiró a Isaac Newton, aproximadamente en 1660, a plantearse su revolucionaria idea de la gravedad. Actualmente las manzanas son la fruta más cultivada del mundo, y siguen siendo una fuente de inspiración para los científicos, por ejemplo, debido a la gran cantidad de sustancias que contienen.
Una manzana contiene casi todas las vitaminas que los seres humanos necesitan para sus procesos metabólicos, incluidas la E-101 y la E-300. La riboflavina (E-101), también conocida como vitamina B2, es un tinte natural y es importante para el metabolismo de las proteínas y la energía. El ácido ascórbico (E-300), más conocido como vitamina C, es uno de los antioxidantes más eficaces. Por término medio, 100 gramos de manzana contienen un 12% de la cantidad diaria recomendada de vitamina C.
Asimismo, se encuentran en las manzanas minerales y oligoelementos con base de calcio, magnesio, azufre, fósforo y cloro. Una sola manzana pequeña proporciona alrededor de una décima parte de las necesidades diarias de potasio, que es bueno para la forma física y la concentración y ayuda a mejorar el tono muscular. Y parece que comer manzanas también ayuda a perder peso. Este efecto adelgazante se atribuye, en parte, a la pectina que contienen las manzanas, que, debido a sus propiedades higroscópicas, hace que nos sintamos saciados antes.
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