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Seis décadas después de fundada, hacia 1600 Santafé, hoy Bogotá, contaba con más de una decena de iglesias y ermitas. Dos siglos más tarde, cuando la República se anunciaba entre el humo del cañón y los discursos vehementes de los demócratas, sin dificultad se contaban 36 iglesias en la ciudad, que para entonces tenía cerca de 18.000 habitantes. En esa época, algunas de ellas eran ya centenarias iglesias parroquiales, otras elaborados y ostentosos templos conventuales, unas más eran sencillas capillas doctrineras, y las demás iglesias, destacados lugares de culto en las universidades, hospitales, hospicios y otros edificios públicos. Además muchas de las casas tenían su oratorio propio, para lo cual debían contar con un permiso especial, el que sus dueños tramitaban por razones tanto de fervor religioso como de prestigio. Este breve listado hace incontable el número de los lugares consagrados al culto católico en la ciudad que fuera primero sede de la Audiencia de Santafé y luego, en el siglo XVIII, capital del Virreinato de la Nueva Granada.