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Durante el reinado de los Emperadores Paleólogos, comenzando desde Miguel VIII en el año 1261, la economía del otrora poderoso Estado Bizantino se encontraba paralizada, y nunca más volvería a recuperar su antiguo poderío. En el 1369, el Emperador Juan V fracasó en la búsqueda de ayuda financiera desde el Occidente, para poder afrontar la cada vez más creciente amenaza de los turcos.
La llegada del Emperador Miguel VIII Paleólogo supuso el inicio de una prolongada decadencia para el Imperio Romano de Oriente. Durante su periodo el ejército turco redujo considerablemente los dominios asiáticos del Imperio y tuvo que hacer frente a guerras con estados griegos y latinos, además de numerosas guerras civiles destacando la revuelta de los almogávares de la Corona de Aragón.
El Emperador fue arrestado por sus deudas en Venecia. Cuatro años después, fue obligado, al igual que los príncipes serbios y el gobernador de Bulgaria, a convertirse en vasallo de los poderosos turcos. Como estado vasallo, Bizancio hubo de pagar tributos al Sultán y proveerle de apoyo militar.
Bajo el mandato De los sucesores de Juan, el Imperio pudo ganar cierto alivio de la opresión otomana gracias en parte a que los pueblos persas y otomanos estaban todavía demasiado divididos como para atacar. Finalmente tras el nombramiento de Murad II como sultán en el año 1421, la tregua había llegado a su fin. Murad revocó todos los privilegios otorgados a Bizancio, y comenzó a conquistar todas sus tierras.
Fue entonces cuando el Imperio de Bizancio solicitó ayuda a Occidente, sin embargo los diferentes estados occidentales que podían acudir a su ayuda eran todos católicos y solicitaban la unión de la Iglesia de Oriente (ortodoxa) y Occidente en una sola. Los gobernantes del Imperio Bizantino estaban dispuestos a asumir esta unión sin embargo eran conocedores de que los ciudadanos del imperio jamás la aceptarían por lo que la ayuda de Occidente no llegó.
Su sucesor, Mehmed II, terminó lo comenzado por su padre, y lanzó el ataque final a la ciudad. El 29 de mayo de 1453, tras la irrupción del ejército otomano en Constantinopla, Mehmed entraba triunfante en la Iglesia de Santa Sofía, convirtiéndola luego en la mezquita de la ciudad. El Emperador Constantino XI murió en la batalla ese fatídico día, dando por concluido el declive y fin del Imperio Bizantino.