• Asignatura: Informática
  • Autor: calixtodiositopdlz4z
  • hace 8 años

la agoniaa de rasu ñiti ¿ las principales acciones ? cuales son ayudenme urgente

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Respuesta dada por: Anónimo
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Cuando dansak “Rasu-ñiti”, quien se encuentra al borde de la muerte, anuncia que está preparado para realizar la danza de las tijeras y comienza a vestirse con los atuendos luminosos de danzante;tenemos la impresión de estar asistiendo a una misa religiosa en la cual, el cura viste los ornamentos sagrados. Luego llegan Lurucha, el arpista; Don pascual, el violinista y la gente del pueblo para acompañarlo.

La parte central es la danza que realiza el moribundu “Rasu-ñiti”,así como su toque magistral ante cada nuevo paso de baile que los músicos le ofrecen. El rito culmina con la muerte del bailarín y la iniciación de su discípulo y sucesor “AtokSayku”; que comienza a realizar su sacerdocio ante el cadáver del dansak. Los fieles de este rito religioso creen ver en los restos inertes del fallecido “Rasu-ñiti”, el espíritu del poderoso wamani.

TEMA PRINCIPAL. Es la agonía, que finaliza con el triunfo pasando por la muerte.

RESUMEN “La agonía de Rasu Ñiti" es una escena de ballet, con la danza del bailarín de tijeras (Dansak: bailarín): “Rasu Ñiti", que aplasta la nieve, con el cuadro mágico de los concurrentes a este baile final, donde el oficiante, el dansak “Rasu Ñiti”, esta envuelto en las ricas vestimentas que lo particularizan: el tapavala, adornado con hilos de oro; la montera, sobre cuyas inmensas faldas, entre cintas labradas brillan espejos en formas de estrellas; sombrero, del cual caía una rama de cintas de varios colores; pantalones de terciopelo y zapatillas.

La música que acompaña al dansak “Rasu Ñiti” se siente en variadas tonalidades, y es interpretada por “Lurucha”, el arpista, y por don Pascual, el violinista. “Rasu Ñiti” estaba tendido en el suelo de su habitación, sobre una cama de pellejos.

Por la única ventana, cerca del mojinete entraba la luz del sol que daba sobre un cuero de vaca que colgaba de unos de los maderos del techo y, la sombra producida, caía a un lado de la cama del bailarín.

A pesar del oscuro del ambiente, era posible distinguir las ollas, los sacos de papas, los copos de lana, y aun los cuyes cuando salían algo espantados de sus huecos y exploraban en el silencio.

Cuando sintió que era ya el momento, se levantó y pudo llegar hasta la petaca de cuero en que guardaba su traje de dansak y sus tijeras de acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar las tijeras.

La mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban maíz en el corredor, corrieron a la puerta de la habitación cuando oyeron las tijeras que sonaban mas vivamente. Encontraron a “Rasu Ñiti” que se estaba poniendo la chaqueta adornada de espejos.

El bailarín pidió a su mujer que llamaran al “Larucha” y a don Pascual, porque ya el corazón le había avisado que había llegado el momento en que el tenia que recibir al Wamani (Dios de la montaña que se presenta en figura de cóndor).

“Rasu Ñiti” sentía que el Wamani le estaba hablando directamente al pecho; pero su mujer no podía oírlo. La mujer se inclinó ante el dansak y le abrazó los pies. Estaba ya vestido con todas sus insignias, un pañuelo blanco le cubría parte de la frente.

La seda azul de su chaqueta, los espejos, la tela roja de los pantalones ardía bajo el angosto rayo del sol que fulguraba en la sombra del tugurio que era la casa del indio Huancayre, el gran dansak “Rasu Ñiti”, cuya presencia se esperaba, casi se temía y era luz de la fiestas de centenares de pueblos.

Cuando el bailarín interrogó a su mujer sobre si veía al Wamani sobre su cabeza, esta le contestó que si, que era de color gris y que la mancha blanca de su espalda estaba ardiendo.

El tumulto de la gente que venia a la casa del bailarín se oía ya muy cerca. Cuando las hijas del danzarín, que habían ido a llamar al “Lurucha” y a don Pascual, regresaron, Pedro Huancayre el gran dansak “Rasu Ñiti”, ya tenia el pañuelo rojo en la mano izquierda.

Su rostro enmarcado por el pañuelo blanco, casi salido del cuerpo, resaltaba por que todo el traje de color y luces, y la gran montera lo rodeaban, se diluían para alumbrarlo, su rostro cetrino casi no tenia expresión.

Solo sus ojos aparecían hundidos como en un mundo, entre los colores del traje y la rigidez de los músculos. “Rasu Ñiti” empezó a tocar las tijeras. Cuando llegó Lurucha, el arpista del dansak, tocando, ya la fina luz del acero era profunda; le seguía don Pascual, el violinista.

El Lurucha, que comandaba siempre el dúo, hacia estallar con su uña de acero las cuerdas de alambre y las de tripa.



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