Respuestas
Desde tiempos remotos, el hombre, para sobrevivir, ha buscado la forma de combatir las temperaturas gélidas. Solía calentarse alrededor de un fuego hecho directamente sobre el suelo, sin chimenea, de manera que el humo producido salía por hendijas y huecos.
Luego, con la aparición de las chimeneas, se vio que una porción importante de calor generado se perdía con el humo. El calor producido se aprovechaba como lumbre.
Tiempo después aparecieron las estufas de leña y carbón (aún siguen usándose en zonas rurales). Aquí el calor producido se aprovechaba mucho más ya que por su gran superficie se irradiaba en todas direcciones. Se aprovechaba también el calor latente del humo pues el largo recorrido de la chimenea irradiaba calor a los sectores por donde discurría.
Luego se pensó que podría lograrse que el calor no quedara solo reducido al ámbito de la estufa sino que podría repartirse por el resto del edificio. La idea se concretó con un circuito cerrado de agua, calentado por una estufa, de este modo distribuía el calor por todos los ambientes.
Por lo expresado, deducimos que las calderas de uso actual son una evolución sobre esa idea primigenia de la estufa; así se genera calor a partir de un combustible, y el calor se distribuye por todo el edificio, según sean las necesidades de cada ámbito