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Dominación y subdesarrolloDurante mucho tiempo se pretendió convencer a los pueblos de Iberoamérica de que sus males residían en su incapacidad de absorción de las influencias modernizantes de los países más desarrollados. La recomendación entonces era la total apertura de puertas para la difusión de capitales, tecnología, instituciones y formas culturales provenientes de las mayores potencias capitalistas.
Nuestro subdesarrollo era atribuible a la perduración de elementos tradicionales, arcaicos, feudales, que tienen origen en la conquista española. El desarrollo capitalista, la estrecha ligazón al sistema capitalista mundial, se planteaba como la solución para nuestros males.
Pero se nos recomendaba paciencia: el subdesarrollo era la antesala del desarrollo, una etapa similar a la que todos los países actualmente avanzados pasaron en su momento. Con paciencia y subordinación a los consejos de aquellos países, algún día veríamos florecer pujantes nuestras economías, instituciones y cultura.
Actualmente, los latinoamericanos hemos comprendido que la raíz del atraso radica justamente en nuestra estrecha vinculación al sistema mundial capitalista. El subdesarrollo no es la antesala del desarrollo, sino la consecuencia del desarrollo de otras potencias. El desarrollo y el subdesarrollo son claramente visualizados como las dos caras de una misma moneda: somos subdesarrollados porque otros son desarrollados.
La dependencia hacia las potencias desarrolladas, la dominación que éstas ejercen sobre nosotros, se torna la clave de nuestros problemas. André Gunder Frank ha estudiado esta relación entre el desarrollo de las potencias capitalistas y el subdesarrollo de los países latinoamericanos, enunciando dos hipótesis básicas. La primera expresa lo que nosotros terminamos de afirmar: que el subdesarrollo de América Latina es el resultado de su participación en el proceso de desarrollo capitalista mundial.
La segunda proposición afirma que los países satélites logran su mayor desarrollo industrial capitalista clásico cuando y allí donde sus lazos con la metrópoli son más débiles. Señala dos tipos de aislamiento, el primero de los cuales reconoce como causa la guerra o depresión en la metrópoli. Cinco crisis aportan pruebas a su hipótesis: la depresión europea del siglo XVII, las guerras napoleónicas, la primera guerra mundial, la depresión de la década del 30 y la segunda guerra mundial.
En el mismo sentido, el historiador argentino José María Rosa atribuye a las dificultades de la metrópoli española para garantizar una frecuente comunicación con sus colonias, el incipiente desarrollo industrial registrado en América española desde el siglo XVII; "América tuvo que bastarse a sí misma. Y ello le significó un enorme bien: se pobló de industrias para abastecer en su casi totalidad el mercado interno." (Rosa, Defensa y Pérdida de Nuestra Independencia Económica.)
La Independencia y la apertura al libre comercio, permiten la invasión de las potencias europeas, fundamentalmente de Inglaterra, que busca nuevos mercados para su producción manufacturera, desalojando a las rudimentarias industrias locales. Ante la limitación de nuestros mercados, los empréstitos ingleses constituyen el único medio para abrir los circuitos comerciales; la nueva metrópoli nos facilitaba, en préstamos bastantes onerosos, los medios para pagar las mercancías que ella misma nos enviaba.Sin embargo, entre mediados de 1820 y hasta 1850 aproximadamente, se observarán una serie de intentos de desarrollo autónomo.
A pesarque se había producido la apertura de los puertos de América al libre comercio, todavía Gran Bretaña no estaba en condiciones de garantizar la regularidad de sus flotas hasta puntos tan distantes, lo que recién ocurrirá en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se generalice la utilización de los barcos a vapor. La endeblez de los vínculos con Gran Bretaña en este período se corresponde con la falta de consolidación de las clases dominantes iocales.