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Cuando se utiliza el ATP (adenosintrifosfato), éste suele convertirse en ADP (adenosindifosfato).
La ruptura de un fosfato libera energía que nuestro cuerpo utiliza para su funcionamiento.
A su vez, nosotros tenemos que ingerir regularmente alimentos para poder reponer esta energía. A través del consumo de alimentos, las uniones químicas que están almacenadas en los enlaces de los alimentos que ingerimos se utilizan para reestablecer la proporción entre ATP y ADP, generando más ATP. La energía de los alimentos "se convierte" en energía guardada en forma de ATP.
De esta manera, la cantidad de ATP que tiene nuestro cuerpo nunca se acaba, a menos que se acabe la reserva energética (es decir, si dejamos de alimentarnos, por ejemplo).
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