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El dominó en Europa
Y como sucedió en Grecia, los problemas siguen aumentando de tamaño, la sociedad española padece las consecuencias del apretón y crecen las dudas sobre la capacidad de España para aguantar y resolver la crisis.
Primero fue la quiebra de Irlanda, que avisó lo que se cocinaba como resultado de la situación que se destapaba en la Unión Europea. Ahora, España es el punto de referencia de una crisis que crece de la mano de la recesión, de las diferencias sobre la forma de resolverla y las medidas que deben tomarse para evitar el colapso de la Unión.Si bien el exceso de gasto de los gobiernos involucrados en la crisis está la raíz del problema, lo que se está viviendo en Europa es la prueba de fuego más grande al sistema financiero. Y de paso, a la supervivencia del euro como moneda común a los países que conforman la alianza del Viejo Continente. La mezcla de déficit fiscal más recesión más derrumbe de sectores tan importantes como la construcción, ha producido un torbellino demoledor que amenaza el progreso logrado en 60 años de acuerdos y de integración. Ahora es España la que enfrenta una posible debacle, ante la iliquidez de su gobierno que le imposibilita para atender el problema de muchos de sus bancos, contaminados por activos tóxicos al mejor estilo del desastre que se llevó a Lehman Brothers en la crisis de los Estados Unidos, hace cuatro años. Si bien el presidente Mariano Rajoy está tomando las medidas draconianas para recortar el impresionante déficit que le dejó su antecesor Rodríguez Zapatero, está claro que su país no tiene el músculo suficiente para rescatar el sistema financiero español de los problemas en que se debate.Entonces, la solución está por fuera de su nación y, por consiguiente, de sus opciones para definir la ruta a seguir. Está en la posibilidad de que se emitan los eurobonos que faciliten conseguir los recursos para solventar a los bancos españoles, y, de paso, permitir que vuelva a fluir el dinero que necesita la economía de España para revivir y superar la crisis económica y social que padece. Es cuando aparecen de nuevo las exigencias alemanas, que reclaman medidas como la renuncia de la autonomía fiscal y la aplicación de la austeridad, a cambio del compromiso de apoyar la refinanciación de sus socios en problemas. Y como sucedió en Grecia, los problemas siguen aumentando de tamaño, la sociedad española padece las consecuencias del apretón y crecen las dudas sobre la capacidad de España para aguantar y resolver la crisis. Mientras tanto, se hace ya eterno el debate sobre si el euro debe seguir con vida, y si la prioridad debe ser aplicar medidas de austeridad aún más fuertes o alimentar la reactivación para que haya más crecimiento, lo que implica generar más ingresos con los cuales se podrá empezar a resolver la ruinosa situación que vive el sur de Europa. Primero fue Irlanda; siguió Portugal, luego Grecia. Ahora es España y en capilla está Italia. Y no muy lejos parece estar Francia, a juzgar por el nerviosismo existente en la que puede considerarse el segundo bastión de la Comunidad Europea. Es un dominó que puede ser devastador, y en el cual seguirán cayendo fichas si los líderes de Europa no se ponen de acuerdo para salvar lo que sus naciones construyeron después de la Segunda Guerra Mundial.