• Asignatura: Filosofía
  • Autor: memitis1234
  • hace 8 años

en que influencio la revolucion rusa de lenin al mundo moderno

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Respuesta dada por: nvvillarreal
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marzo de 2017

La Revolución Rusa fue el síntoma de una época abierta por la Primera Guerra Mundial que afectó todos los órdenes de la vida social humana. Esta época fue caracterizada por Gabriel Torrella (2005) como “un cataclismo de grandes proporciones, cuyos ecos y reverberaciones se iban a prolongar durante décadas, no sólo en Europa sino en todo el mundo” (p. 233). El triunfo bolchevique inauguró un siglo soviético (Lewin, 2006) que desapareció con la estrepitosa caída del muro de Berlín, la Perestroika y la vuelta al capitalismo.

De acuerdo con E. H. Carr (1985), la Revolución Rusa (RR) fue la primera revolución que se proyectó y llevó a la práctica de manera consciente, lo que le otorga un “lugar único en la historia moderna” (pp. 34-35) y resulta suficiente para valorar su alcance, profundidad y novedades. De su grado de conciencia dependieron varias lecciones incomparables para la historia social de las revoluciones.

La revoluciones inglesas (1642 y 1689), norteamericana (1776), francesa (1789), haitiana (1804) y la gigantesca gesta anticolonial sobre nuestro continente suramericano (1810-1824) no tuvieron esta característica pues, sus protagonistas no buscaron hacer una revolución y, en cierta medida, todas ellas buscaron recuperar antiguas libertades suprimidas o restaurar monarquías benévolas o ancestrales. De hecho, todas recibieron el apelativo ‘Revolución’ años después por historiadores y periodistas. La Francesa, por ejemplo, recién en 1837 fue caracterizada como revolución en un escrito de Carlyle, y el proceso inglés fue llamado ‘revolución’ “no por los políticos que la hicieron, sino por los intelectuales que teorizaron sobre ella” (Carr, 1985, p. 34).

La RR fue la única que preparó sus herramientas teóricas, sus métodos e instrumentos, sus dirigentes y aparato político de manera consciente y con proyección al futuro. Michael Sayes y Albert E. Kahn (1949) dan cuenta de este despertar consciente de la revolución y los revolucionarios rusos. Enviados a Rusia en 1917 como agentes encubiertos de la inteligencia norteamericana señalan que, en aquel año, toda Rusia era una sociedad turbulenta de debates: “Después de siglos de silencio forzoso, al fin el pueblo había recobrado su voz. En todas partes se celebraban mítines y en todo el mundo se manifestaba su opinión” (p. 14-15). Que el pueblo ‘recobrara’ su voz tenía un precedente en Europa: la comuna de París (que nadie llamó ‘revolución’); sin embargo, los soviets lograron estabilizarse y sobrevivir, abrevando 69 años de experiencias.

Además, acumuló una biblioteca entera de debates y libros de investigación sobre cómo y para qué hacer la revolución y, antes de finalizar la primera década del triunfo, algunos de sus protagonistas escribieron ensayos, folletos y materiales analíticos sobre ella: su historia y su método. Los textos de Lenin, Trotsky y Bujarin son sintomáticos de esta disposición. Esto no ocurrió ni siquiera con libros tan anticipadores como La Carta de Jamaica (1816), de Simón Bolívar, donde la genial descripción geopolítica y antropológica no alcanzó a conclusiones de similar definición. Un caso evocador es La Historia me absolverá (F. Castro, 1956), pero se produce 39 años después, como una inspiración sintomática de la puesta en acto de conciencia de la marcha de la revolución, en nuestro continente. ‘Revolución’ e ‘Internacionalismo’, principios rectores del socialismo científico, esbozados por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista como proyecto de una lucha global y una revolución mundial, se instalaron en la vida política y su literatura con el triunfo bolchevique.

Todo lo anterior no excluye la polémica sobre la “inconveniente” o “prematura” toma del poder en Rusia. En eso han coincido desde Kautsky y Plejanov en 1917 hasta los autores de la Escuela del Marxismo Analítico. Compartiendo esta postura, Ernesto Laclau (2005) propone una suerte de post-marxismo a la medida de post-revoluciones para clases post más anuladas que explotadas, al estilo Negri. Sin embargo, autores como Daniel Bensaid (2003) han ridiculizado estas posturas señalando que toda revolución es esencialmente una “imprudencia creadora”, “intempestiva y, en cierta medida, siempre prematura”, pues, de acuerdo con la teoría marxista de la historia, no existen sentidos pre-establecidos; “inactuales, intempestivas, descontemporáneas, las revoluciones no se integran a los esquemas preestablecidos de la ‘suprahistoria’ o a los pálidos modelos supratemporales”

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