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Siempre que voy de campamento, me acompaña como una sombra mi incomparable compañero, Simbad, el colombiano. Ambos tenemos costumbres simples: nos gusta sembrar, jugar a la alfombra voladora, cambiar figuritas, ir al campo, comer bombones de frambuesa… También compartimos la ambición de ser campeones de malambo, pero comprendo que él es imbatible.
Una vez, para complacerlo, le compré un tambor para que acompañe las composiciones que había empezado a hacer. combinando zambas con rumbas. Sin embargo, lo cambió por un bombo y resultó un completo cambalache.
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