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resultado de una comparación entre el gran número de partículas contaminantes que inhala un ciclista y el que respira un pasajero de automóvil.
Sin embargo, el uso del coche está lejos de ser una maravilla para nuestra salud, principalmente a causa de los problemas relacionados al sedentarismo y a la misma contaminación. El número de personas atendidas en centros médicos por complicaciones derivadas al aumento de peso y a problemas respiratorios es alarmante.
Sólo en los Estados Unidos todos los años se gastan 142 billones de dólares (más de 117 billones de euros) en atender a personas obesas, y otros tantos en el tratamiento de pacientes afectados por respirar aire contaminado en las regiones de gran tráfico. Y en mayor o menor escala, este patrón se repite en casi todas las grandes ciudades del mundo.
¿Cuál es la solución? Sin lugar a dudas, para evitar todos los daños para la salud que ocasiona el uso de automóviles y ahora también de la bicicleta, hay que reducir los niveles de contaminación del medio ambiente.
Aquí vale tanto la conciencia ambiental que cada uno de nosotros pueda desarrollar, reduciendo el número de automóviles que circulan en las calles (observa los coches, en el interior de la mayoría sólo una o dos personas están viajando), como la utilización de tecnologías ecológicas que ayuden a mejorar la calidad de vida en nuestro planeta.