Respuestas
1. Tenemos, en primer lugar, el hecho de que a Darwin se le impusiera la evolución de las especies con independencia de Lamarck, en sus viajes por Suramérica, entre la fauna de las islas y del continente, entre la fauna de distintas latitudes de éste, y entre la de distintas eras geológicas. La notable visión de conjunto así ganada le lleva a sugerir en el Diario de un naturalista la noción de la evolución de las faunas (compatible con la fe, que aún él no se cuestiona, en la creación de especies inmutables) por selección de las especies capaces de adaptarse a cambios geológicos. De este modo, desde muy pronto Darwin remite la causa de esta supuesta evolución de las faunas a causas exteriores, inteligibles, en las que parece barruntarse lo que habría de ser la teoría de la selección natural.
2. En segundo lugar hay que contar con el impresionante conjunto de pruebas a que nos hemos referido, que reúne a lo largo de veinte años (de 18837 a 1859), y que muestra en el Origen de las especies. Expone magistralmente las pruebas que, en favor de su teoría, le brindan la paleontología y la geografía zoológica, el análisis de los órganos rudimentarios, etcétera. El hombre ha venido imitando desde tiempo inmemorial lo que hace la naturaleza, al obtener razas de animales domésticos y de plantas cultivadas seleccionando para padres los individuos que poseen determinadas cualidades deseadas.
3. Lo que refuerza considerablemente la certeza de la evolución de las especies al modo darwinista es algo que él, en cuanto sé, no adujo como prueba y que, sin embargo, constituye nada menos que la conclusión general y la clave del principal cuerpo de conocimientos biológicos del siglo anterior: la zoología y botánica taxonómicas. Linneo emprendió la clasificación de animales y plantas con el propósito pragmático de inventariar la naturaleza para orientarse en la diversidad y dominarla en provecho del hombre. Ahora bien, ni los animales ni las plantas se dejaron someter, conforme a su propósito, a una clasificación fácilmente memorizable aplicando un corto número de criterios de alcance general. La naturaleza de los animales y plantas impuso a los clasificadores un notable sistema en el que los caracteres se subordinan, de modo que resultó el árbol filogénico. Hoy, a posteriori, se nos impone que el millón de especies animales actuales y el medio millón de vegetales sólo se ha de clasificar así si cada uno de los conjuntos deriva de una sola especie y si toda la diversificación se ha producido por un proceso histórico común.
4. Por último, en favor de Darwin no sólo aboga, con independencia de sus pruebas, toda la ciencia previa, sino asimismo la biología posterior. Limitémonos a señalar el descubrimiento señero de la célula como ser vivo de nivel subyacente en animales y plantas, del que el animal resulta por un proceso embrionario en el que los caracteres adquiridos no se heredan; pues bien, estos caracteres de la célula explican el hecho de que ni las especies en estado natural ni las razas domésticas se puedan modificar actuando sobre los individuos, sino sólo por selección de los progenitores, conforme a la teoría de la selección natural. Pero hay algo más profundo: primero, la química decimonónica, y luego, la bioquímica del siglo XX han demostrado la enorme similitud de los procesos metabólicos que tienen lugar en todas las células de seres unicelulares, de vegetales y de animales, que explica su dependencia mutua en la alimentación y en la coordinación de los grandes ciclos de relación de la vida con lo inorgánico.
A la citología desde su constitución misma, en 1859, por Virchow, se le ha impuesto la semejanza estricta de estructura, fisiología y reproducción de todas las células; todo señala que la verdad de Darwin apunta a una verdad general: no sólo los animales y las plantas tienen sendos orígenes comunes, sino que todas las células (el nivel de ser vivo que subyace en el de los animales) tienen a su vez el suyo remotisimo, lo que plantea nuevos problemas evolutivos (el del origen de la vida desde lo inorgánico y, por tanto, la explicación de la vida en términos del proceso conjunto de toda la realidad), problemas que como se expone en el último artículo de esta serie escapan al tipo de datos biológicos de los tiempos de Darwin y, por tanto, al aparato conceptual que él pudo organizar sobre sus conocimientos, pero que confirman vigorosamente la certeza de sus conclusiones y la fecundidad de sus puntos de vista.