Respuestas
Creció un torito con un asta en el centro de la cabeza y, por este motivo, sus dueños estaban muy preocupados.
- Habría que llamar al veterinario para que viniera a ver el asta del torito, - decían, mientras el animal abría mucho los ojos escuchando nervioso.
- Tendríamos que haber llamado ya al veterinario, - seguían hablando entre ellos mientras lo daban de comer.
Al día siguiente, Pablo que así se llamaba el veterinario del pueblo, se acercó hasta la granja y fue a ver con extrañeza el asta del torito.
Cuando Pablo aprisionó la cabeza del animal para ir a ver de cerca su asta, el torito se revolvió nervioso empujando al hombre que, perdiendo el equilibrio, tuvo que agarrarse a un tubo de metal que sobresalía de la pared para no caer al suelo.
- Este torito no tiene ninguna enfermedad, está fuerte como un roble, - dijo el veterinario acariciando su lomo, simplemente es diferente a los demás. Es un torito muy especial.
Desde ese día el torito presumía orgulloso de su asta cuando salía hasta el campo a pasear. Los granjeros se quedaron muy tranquilos y el torito fue muy feliz.