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VIVIMOS EN UN MUNDO que está cambiando muy rápidamente y de una manera tan compleja que es difícil discernir cuales son los cambios más significativos y los que tendrán mayor influencia en la sociedad del mañana. Aunque existan evidentemente ciertas coincidencias en los análisis del presente y sobre sus perspectivas para el futuro, hay frente a la importancia de los diferentes factores apreciaciones divergentes. Conviene sin embargo no olvidar, a este respecto, que los caminos de la historia pueden ser muy diversos y casi imposibles de preveer. ¿Quién predecía, por ejemplo, a comienzos de los años 80 el desmoronamiento interno del bloque socialista que se produjo como consecuencia de ese proceso de reestructuración y de reorganización llamado Perestroika que inició Gorbachov en 1985? ¿Y quién podría predecir todas la consecuencias que ello acarreó no sólo para los ex-países socialistas sino también para el resto del mundo?
Si seguimos a Paul Kennedy y sus excelentes reflexiones sobre las perspectivas del siglo XXI (1), las grandes tendencias de la sociedad contemporánea que se destacan más son las siguientes:
la explosión demográfica aún en expansión, el 95% de la cual se concentra en los países en desarrollo, y el aumento rápido de una población que no podrá ser sustentada según los modos y niveles actuales de consumo de los recursos naturales;
la revolución de las finanzas y de las comunicaciones que ha llevado a una rápida internacionalización de las economías y al rol dominante de las sociedades multinacionales en el contexto de esta nueva economía;
la disminución de las tierras agrícolas como consecuencia de la extensión de tierras arables ocupadas por ciudades, caminos e infraestructuras, así como por los procesos de erosión, degradación y desertificación de muchas de las tierras que se usaban anteriormente. Este hecho se observa simultáneamente con la necesidad de aumentar la productividad de las tierras aún disponibles para evitar que la malnutrición y el hambre aumenten. Al mismo tiempo, observamos las posibilidades que ofrece la revolución bio-tecnológica para esta finalidad de aumentar la productividad de las tierras utilizadas;
la nueva revolución industrial, que significa la robótica, la automatización y las consecuencias de este fenómeno en la situación y condiciones del empleo de la fuerza de trabajo;
las amenazas contra el medio natural que significan las nuevas formas de vida y de producción, particularmente en los países desarrollados y sus efectos de imitación en los países en desarrollo;
la erosión del poder de los Estados nacionales sin haberse aún encontrado un sistema político de sustitución apropiado para enfrentar los grandes desafíos del futuro.
Si seguirmos por otra parte, al conjunto de grandes especialistas de la ciencia, de la geopolítica y de la cultura reunidos por el proyecto Leonardo (2), podemos destacar, entre otras, las tendencias: los fuertes impulsos hacia el fundamentalismo religioso, la mestización masiva de la humanidad en lo étnico y en lo cultural; la apertura hacia el espacio que rodea el planeta tierra, el que constituye ya la nueva frontera, en lo científico, lo industrial y lo económico; la urbanización hacia las grandes metrópolis; el impacto de la producción en el medio ambiente; la desmaterialización creciente de la economía; la existencia de largos períodos
Si seguimos a Paul Kennedy y sus excelentes reflexiones sobre las perspectivas del siglo XXI (1), las grandes tendencias de la sociedad contemporánea que se destacan más son las siguientes:
la explosión demográfica aún en expansión, el 95% de la cual se concentra en los países en desarrollo, y el aumento rápido de una población que no podrá ser sustentada según los modos y niveles actuales de consumo de los recursos naturales;
la revolución de las finanzas y de las comunicaciones que ha llevado a una rápida internacionalización de las economías y al rol dominante de las sociedades multinacionales en el contexto de esta nueva economía;
la disminución de las tierras agrícolas como consecuencia de la extensión de tierras arables ocupadas por ciudades, caminos e infraestructuras, así como por los procesos de erosión, degradación y desertificación de muchas de las tierras que se usaban anteriormente. Este hecho se observa simultáneamente con la necesidad de aumentar la productividad de las tierras aún disponibles para evitar que la malnutrición y el hambre aumenten. Al mismo tiempo, observamos las posibilidades que ofrece la revolución bio-tecnológica para esta finalidad de aumentar la productividad de las tierras utilizadas;
la nueva revolución industrial, que significa la robótica, la automatización y las consecuencias de este fenómeno en la situación y condiciones del empleo de la fuerza de trabajo;
las amenazas contra el medio natural que significan las nuevas formas de vida y de producción, particularmente en los países desarrollados y sus efectos de imitación en los países en desarrollo;
la erosión del poder de los Estados nacionales sin haberse aún encontrado un sistema político de sustitución apropiado para enfrentar los grandes desafíos del futuro.
Si seguirmos por otra parte, al conjunto de grandes especialistas de la ciencia, de la geopolítica y de la cultura reunidos por el proyecto Leonardo (2), podemos destacar, entre otras, las tendencias: los fuertes impulsos hacia el fundamentalismo religioso, la mestización masiva de la humanidad en lo étnico y en lo cultural; la apertura hacia el espacio que rodea el planeta tierra, el que constituye ya la nueva frontera, en lo científico, lo industrial y lo económico; la urbanización hacia las grandes metrópolis; el impacto de la producción en el medio ambiente; la desmaterialización creciente de la economía; la existencia de largos períodos
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