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Esta aseveración no es novedosa, no obstante hay algunas aristas de este descentramiento que han explicado suficientemente, puesto que los análisis de mayor contundencia teórica han tocados dos aspectos medulares:
La desestructuración de la matriz estado-céntrica (Cavarozzi) y la crisis de los partidos políticos (Lechner) con su respectiva consecuencia en la sociedad; sin embargo, no se han interrelacionado los análisis políticos con las interpretaciones sociológicas del momento actual que vive América Latina, que de hecerse, nos aproximarían de mejor manera a entender la complejidad de este tema.
La descentración de la política como eje rector y organizador de la sociedad, no tiene discusión alguna, las evidencias son muchas y las consecuencias alarmantes, hasta llegar al punto de desnaturalizar la esencia de la política, si por ella entendemos el bien común y buen gobierno; a su vez, ha traído como consecuencia una apatía ciudadana con respecto a la cosa pública, lo que hace que hoy día el debate político se empobrezca y la desconfianza crezca.
Un puerto seguro para desentrañar esta paradoja, es, por un lado, el largo y pausado proceso de democratización latinoamericano, con más fuerza procedimental que avance en lo que concierne a ampliación del espacio público; y por otro, un sobrecogimiento de los ciudadanos ante el alud de desafíos, puesto que recuperar el espacio público para ampliar la democracia, exige participación, ejercicio de sus derechos y activación absoluta en todos los ámbitos de la sociedad, y la ciudadanía, hasta donde alcanzamos a observar, no está acompañando el proceso de democratización.
Pareciera que estamos observando una democratización sin actores, dado que existen muchos nominalmente, pero pocos o casi nadie en la acción política democratizadora.