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El espacio público crea ciudad
Es el lugar común de la ciudad, de todos los ciudadanos y ciudadanas. El espacio público define las esencias de una ciudad, su carácter o si se prefiere, su alma. También, es en el espacio público en donde se “teje” ciudad, pues se va configurando la cultura de esa comunidad. Se puede pensar que la imagen de la ciudad se expresa con sus iconos arquitectónicos. Los edificios singulares son sólo el adorno o el desdoro o, en el mejor de los casos, las joyas que adornan la ciudad, nunca su carácter esencial. Convendría acotar, entonces, qué entendemos por espacios públicos. A la cabeza nos vienen, en primer lugar, los parques y plazas más singulares de la ciudad. Es una visión reduccionista. El espacio público lo conforman todos los lugares de encuentro, en los que se establece una forma de relación ciudadana y en los que se va configurando la cultura propia de esa comunidad. Por ello, también son espacio público las plazas y parques de los barrios, los mercados, los mercadillos, los locales de ocio y deportivos, los teatros y cines, las calles…y los que se configuran continuamente en la red.
El espacio público crea ciudad, la cohesiona y, a la vez, redefine continuamente la esencia de la misma.[3]
Espacio público se ha estructurado a partir de significativas exclusiones
Por el contrario otros autores sostienen que el espacio público ha sido y es lugar de exclusión social y supresión de derechos. Según Margaret Crawford esa versión de una esfera pública presentada como un “espacio democrático” en el que todos los ciudadanos tienen derecho a intervenir, donde las desigualdades sociales y económicas se dejan de lado temporalmente con el fin de determinar un bien común, olvida que tales espacios siempre se han estructurado a partir de significativas exclusiones (mujeres y esclavos en Atenas, mujeres y trabajadores en la primera esfera pública burguesa). Y oculta que hay otros entornos físicos que a menudo representan más certeramente el espacio democrático, como muchos espacios cotidianos invisibles en el discurso de los profesionales sobre la ciudad, donde sin embargo se expresan públicamente diversos segmentos de la población. Lugares triviales y comunes (aceras, solares vacíos, aparcamientos), aparentemente sin significado, lo adquieren a medida que quienes los usan (sean manifestantes, paseantes o vendedores ambulantes) los reorganizan y re-interpretan.[4]
En esta misma línea, el libro City Builders (1994) de Susan Fainstein habla de como el espacio público estaría siendo desplazado por espacios privatizados pseudo-públicos en los cuales la diversidad y la libertad se pierden. De acuerdo con Fainstein, los urbanistas post-modernos basan su argumento sobre la declinación del espacio público en dos supuestos que no justifican convincentemente: (1) que la ciudad alguna vez aceptó la diversidad y el intercambio social más de lo que lo hace ahora, y (2) que la “ciudad deseable” sería más auténtica que la que se está creando actualmente. En su análisis de Londres y Nueva York ella se hace cargo de ambos supuestos.