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El antiguo imperio Persa fue conocido por sus majestuosas estructuras en el desierto, riquezas y destreza militar; gobernado por reyes de gran poder y ambición, lograron conquistar desde el norte de África hasta Asia.
Para construir un imperio de gran legado en la historia de la humanidad como el persa, necesitaron de extraordinarios avances en ingeniería, no sólo en la construcción de sus palacios sino en la creación de carreteras, puentes y canales.
Alrededor de 4.000 años A.C., dos tribus nómadas se asentaron en la meseta iraní, un territorio fértil pero con una altas temperaturas, al norte se encontraban los medos y al sur los persas; tribus que se interesaron más por sobrevivir que por conquistar. A medida que fueron dejando estas costumbres nómadas se vieron en la obligación de establecer una fuente de agua, que no descubrirían en lugares comunes como ríos, sino en el sitios menos explorados (debajo de la tierra entre las rocas), hazañas realizadas por los hechiceros de la tribu, los cuales eran mitad médicos y mitad ingenieros, logros importantes para establecer las bases de su imperio.
Al tener una fuente hídrica ya instaurada para el desarrollo de sus ciudades, sólo faltaba encontrar una forma de transportarla a las distintas zonas donde se requería creando así, túneles de irrigación de gran ingeniería, lo cual permitió llevar el agua a grandes distancias por terrenos escarpados y calurosos sin pérdida por evaporación.
En el año 700 AC estas tribus se guiaban por la ideología de Aquemenes, quien dio inicio a la civilización Persa, luego esta prosperaría por la llegada de uno de los reyes más importantes de la época conocido como Ciro el grande, quien por su astucia militar llevó a Persia a celebrar sus primeras conquistas, además se destacaría por su inteligencia militar y genialidad política, siendo un gobernante eficaz y justo considerado por los historiadores como humanista y por los persas como padre.