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Números en vez de señalesCódigo secreto en béisbol Jorge Eduardo Arellano Ampliar Ampliar Ampliar+ NOTICIAS 07 Marzo 2009 | 7:47 p.m. | ENDSoy un fiero tradicionalista en cuestiones de béisbol. No me gusta el bateador designado, no soy fanático del formato de playoffs con wildcard-- hasta me costó acostumbrarme a que los árbitros trabajaran en ambas ligas.
Entonces, ¿por qué de pronto me parece que tiene perfecto sentido que un entrenador de tercera base grite números en lugar de hacer señas? No estoy seguro, pero reconozco que me cuesta un poco el tema de la muñequera. Probablemente pueda acostumbrarme a eso también, pero tal vez me lleve algún tiempo.
El sábado por la tarde fui a ver un juego de béisbol de preparatoria de uno de mis hijos, y el entrenador de tercera base del otro equipo nunca agitó las manos. Tenía una planilla plastificada, y cada vez que un pelotero pisaba base, comenzaba a gritar números en series de tres, ninguno más alto que 5.
Ni bien leía los números, el/los corredores y el bateador consultaban sus muñequeras al estilo mariscal de campo. En uno o dos segundos, el corredor tenía sus instrucciones y el bateador estaba en la caja. Ni siquiera tuvieron que mirarlo.
Generalmente, en el béisbol de preparatoria las señas son un proceso. El bateador puede estar mirando pero el corredor no, así que el entrenador hace la típica rutina de pararse con las manos en las caderas, echándole una mirada feroz al corredor -- pueden escucharse silbidos, o el grito repetitivo de un nombre -- hasta que el corredor distraído capta la idea y pone atención. Generalmente, el nivel de disgusto del entrenador está directamente relacionado con la probabilidad de que estén ejecutando una determinada jugada. Si está tan ansioso por captar tu atención, bueno, probablemente haya algo.
Y luego está todo el tema de las señales perdidas, que siguen la misma rutina excepto por una cosa: Después de que el entrenador se pone las manos en las caderas, generalmente da vueltas en una clara señal de frustración antes de volver a echarle una mirada rabiosa al ofensor.
Nunca he tomado el tiempo, pero yo creo que esta rutina le suma unos 15 minutos al juego. El doble en la escuela.
Pero lo que estaba observando era un sistema que no requería señas del entrenador de tercera base. No se tocaba la nariz, ni la manga, ni picaba su dedo índice tres veces sobre la gorra. Sacrilegio, ¿verdad?
Ni bien el entrenador --Max Luckhurst, de Campolindo High School en Moraga, California-- comenzaba a gritar los números, hice lo que haría cualquier padre respetable del equipo contrario: intenté descifrarlos. Tenía que haber un código, y creí que durante el transcurso del partido podría interpretarlo. Descubrí que el primer número indicaba cuál de los números siguientes era el válido -- 3-2-1 significaba que 1 era el número que valía, y 1 tenía que corresponder con un toque, un robo o un hit-and-run. Por la misma razón, 2-3-1 significaba que 3 era la estrategia a seguir. Era algo similar al sistema de cuatro dígitos que usábamos en la universidad para pedir pitcheos con un corredor en segunda.
Y luego escuché a Luckhurst decir "5-3-2", el corredor avanzó a segunda base, y mi teoría se cayó a pedazos. Luego me di cuenta de que los jugadores no necesitarían muñequeras si el sistema fuera tan simple. De modo que me di por vencido y me limité a mirar el juego.
Hice bien, porque el lunes llamé a Luckhurst para ver si estaba a punto de encabezar un movimiento que revolucionaría esta pequeña parte del juego."Es un software", dijo. Ah. Debo reconocer, me decepcioné un poco. Quería algo más intrépido. Pero, al fin y al cabo, si voy a abandonar la tradición, más vale lo hago con todo.
Entonces, ¿por qué de pronto me parece que tiene perfecto sentido que un entrenador de tercera base grite números en lugar de hacer señas? No estoy seguro, pero reconozco que me cuesta un poco el tema de la muñequera. Probablemente pueda acostumbrarme a eso también, pero tal vez me lleve algún tiempo.
El sábado por la tarde fui a ver un juego de béisbol de preparatoria de uno de mis hijos, y el entrenador de tercera base del otro equipo nunca agitó las manos. Tenía una planilla plastificada, y cada vez que un pelotero pisaba base, comenzaba a gritar números en series de tres, ninguno más alto que 5.
Ni bien leía los números, el/los corredores y el bateador consultaban sus muñequeras al estilo mariscal de campo. En uno o dos segundos, el corredor tenía sus instrucciones y el bateador estaba en la caja. Ni siquiera tuvieron que mirarlo.
Generalmente, en el béisbol de preparatoria las señas son un proceso. El bateador puede estar mirando pero el corredor no, así que el entrenador hace la típica rutina de pararse con las manos en las caderas, echándole una mirada feroz al corredor -- pueden escucharse silbidos, o el grito repetitivo de un nombre -- hasta que el corredor distraído capta la idea y pone atención. Generalmente, el nivel de disgusto del entrenador está directamente relacionado con la probabilidad de que estén ejecutando una determinada jugada. Si está tan ansioso por captar tu atención, bueno, probablemente haya algo.
Y luego está todo el tema de las señales perdidas, que siguen la misma rutina excepto por una cosa: Después de que el entrenador se pone las manos en las caderas, generalmente da vueltas en una clara señal de frustración antes de volver a echarle una mirada rabiosa al ofensor.
Nunca he tomado el tiempo, pero yo creo que esta rutina le suma unos 15 minutos al juego. El doble en la escuela.
Pero lo que estaba observando era un sistema que no requería señas del entrenador de tercera base. No se tocaba la nariz, ni la manga, ni picaba su dedo índice tres veces sobre la gorra. Sacrilegio, ¿verdad?
Ni bien el entrenador --Max Luckhurst, de Campolindo High School en Moraga, California-- comenzaba a gritar los números, hice lo que haría cualquier padre respetable del equipo contrario: intenté descifrarlos. Tenía que haber un código, y creí que durante el transcurso del partido podría interpretarlo. Descubrí que el primer número indicaba cuál de los números siguientes era el válido -- 3-2-1 significaba que 1 era el número que valía, y 1 tenía que corresponder con un toque, un robo o un hit-and-run. Por la misma razón, 2-3-1 significaba que 3 era la estrategia a seguir. Era algo similar al sistema de cuatro dígitos que usábamos en la universidad para pedir pitcheos con un corredor en segunda.
Y luego escuché a Luckhurst decir "5-3-2", el corredor avanzó a segunda base, y mi teoría se cayó a pedazos. Luego me di cuenta de que los jugadores no necesitarían muñequeras si el sistema fuera tan simple. De modo que me di por vencido y me limité a mirar el juego.
Hice bien, porque el lunes llamé a Luckhurst para ver si estaba a punto de encabezar un movimiento que revolucionaría esta pequeña parte del juego."Es un software", dijo. Ah. Debo reconocer, me decepcioné un poco. Quería algo más intrépido. Pero, al fin y al cabo, si voy a abandonar la tradición, más vale lo hago con todo.
rolive666:
bueno, peeeero no era lo que buscaba
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