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Los combustibles fósiles consisten en depósitos de organismos fósiles que en una ocasión estuvieron vivos. La materia orgánica se forma durante siglos. Los combustibles fósiles consisten principalmente en uniones de carbón e hidrógeno. Existen tres tipos de combustibles fósiles que pueden usarse para la provisión energética: carbón, petróleo y gas natural.
La energía que proviene de la quema de combustibles fósiles se convierte en electricidad y calor en plantas eléctricas. Cuando se queman los fósiles el carbón e hidrógeno reaccionan con el oxigeno produciendo dióxido de carbono (CO2) y agua (H2O). Durante esta reacción se produce calor. La electricidad se genera mediante la transformación de energía mecánica (calor) con energía eléctrica por medio de una turbina o generador.
Esto está llevando a que poco a poco los recursos disponibles se vayan agotando, obligando a que las empresas explotadoras de este tipo de combustibles busquen a la desesperada nuevos yacimientos.
Como consecuencia, se produciría un aumento drástico de las temperaturas de todo el planeta, que daría lugar a un crecimiento ralentizado de las plantas, con las consecuencias negativas que eso acarrearía para la composición de la atmósfera, que cada vez estaría más contaminada.
Además, los océanos seguirían absorbiendo CO2, pero lo harían muy lentamente, por lo que seguiría acumulándose cada vez más y más.