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Los siglos xvi, xvii y xviii en Hispanoamérica van a presenciar el florecimiento de un género: la poesía épica que, como la crónica y el teatro misionero, es el producto literario del encuentro entre el Viejo y el Nuevo Mundo. A las pretensiones artísticas, el poema épico va a sumar frecuentemente, en el xvi y el xvii, la intención pragmática que lo convertirá, llegado el caso, en una larga relación de méritos del autor, o de sus amigos. Como la crónica, la épica dejará constancia del asombro del conquistador ante las maravillas de las nuevas tierras. Y a diferencia de la crónica, el poema épico organizará sus estrofas de ocho versos endecasílabos, en torno a lo individual, el héroe: Hernán Cortés, García Hurtado de Mendoza, o Francisco Pizarro. O lo colectivo: araucanos y españoles en Alonso de Ercilla y Zúñiga; españoles, en Juan de Castellanos. La épica colonial es, en estos siglos, el género que corresponde a un momento histórico en que España dominaba al mundo, y sus capitanes encarnaban el ideal del caballero heroico. Las pervivencias dieciochescas del género serán el esfuerzo desesperado por mantener viva esa imagen.
el autor es Gaspar Perez de Villagra