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Fue la primera mujer que en Ecuador se atrevió a escribir cuentos y que, además, tuvo la osadía de tratar el tema del montubio (campesino pobre y sencillo de la costa ecuatoriana) en sus escritos, con lo cual pasó muy por encima de las costumbres de su tiempo. No hay que olvidar que la atmósfera de esos años era esencialmente machista y conservadora, a pesar de ser Guayaquil la cuna del liberalismo ecuatoriano.
Nació Elisa Ayala González en la ciudad de Santiago de Guayaquil, en febrero de 1879. Tenía ocho años cuando partió con sus padres a la provincia de Los Ríos y en una de sus haciendas se radicó. Allí estudió, bajo la sabia dirección de su padre, don Arcadio Ayala, eminente médico-químico y autodidacta quien supo educar perfectamente a su hija y aprovechar las dotes excepcionales de su talento. Tenía una rica biblioteca con selección de obras filosóficas, históricas, literarias, etc., las que ampliaron su horizonte interior y orientaron su género literario. Además, deseando don Arcadio estar informado de los sucesos mundiales y de los últimos descubrimientos científicos, habíase suscrito a las mejores revistas francesas, inglesas y norteamericanas, y en una de estas últimas, Elisa, a los quince años, hizo su aparición en el campo de las letras con su cuento La maldición, inspirado en un suceso acaecido, por entonces, en la hacienda y al que la fantasía campesina atribuía el carácter fatal de una paterna maldición y un horrible castigo. Tratábase de un muchacho que había sido destrozado y devorado por un caimán de los que infestan nuestros esteros. Dicho trabajo fue remitido a la revista América, de New York, la que había promovido un concurso de cuentos y poesías entre los literatos del continente. Desde luego, por deficiencias del servicio de comunicaciones internacionales, el cuento de Elisa llegó muy tarde a su destino, y, no obstante, el director de América, don Rafael Zayas Enríquez, la aceptó e hizo publicar fuera de concurso. Esta publicación le dio prestigio y varias revistas de los países hermanos le ofrecieron sus páginas y solicitaron sus colaboraciones, entre otras: Nubes Rosadas y la Revista Argentina, de la República del Plata, Sucesos y El Nacional, de Chile, Adelante del Uruguay, Hero y Cosmos de Cuba.
Estaba en el apogeo de su labor intelectual cuando murió su padre, el sabio maestro suyo, por tal motivo retornó a la ciudad natal donde se radicó definitivamente. Su anhelo de perfeccionamiento, su amor a la belleza, hicieron que se decidiera a tomar lecciones de pintura en el Colegio de la Inmaculada, y desde el principio Elisa comienza a sobresalir en esta otra expresión artística. Todo el caudal de belleza de su alma y el que se había saturado de la contemplación exultativa de la naturaleza en su soberbia esplendidez, en la fuerza de su fecundidad, vertíase en sus creaciones. Llegó a ser una gran paisajista. Pero no olvida que es ante todo una escritora y es así como se enrola en el grupo literario que en 1916 llevaba la égida del movimiento cultural del Guayas y el Ecuador, el mismo que publicaba La Ilustración, una de las mejores revistas que se ha publicado en el país. Elisa colabora, asiduamente, con sus cuentos. El interés que despierta en los públicos es enorme, se la lee con deleite y aplaude sin reservas. Su poder de creación, el acierto de la trama, la amenidad y riqueza de su estilo llaman la atención de propios y extraños. Voces de estímulo y aplauso le llegan de todas partes.
Comentan con entusiasmo sus producciones, Manuel J. Calle, Modesto Chávez Franco, José Antonio Campos, María Piedad Castillo de Leví, Zoila Ugarte de Landívar.
Elisa continúa airosa en su labor y llega a la cima con el Primer Premio que obtiene su cuento titulado La procesión de las ánimas, en el concurso internacional abierto en España por el periódico La Voz de Valencia. La revista Patria, que hizo época en los anales de las letras nacionales, El Guante y El Independiente de Guayaquil, se hacen eco del triunfo de nuestra compatriota y le dedican páginas enteras. Elisa Ayala González conquista así nuevas palmas para la corona gloriosa de la patria. El Centro de Estudios Literarios de la Universidad del Guayas y varias otras instituciones de prestigio de dentro y fuera del Ecuador la nombran su socia de honor y prestantes publicaciones engalanan sus columnas con sus cuentos sugestivos. Se la conoce y se la admira más aún en el exterior: España, Chile, Cuba, Estados Unidos, rinden pleitesía a su talento.
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