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Las grandes compañías cuando hacen inversiones sociales y medioambientales inteligentes, no solo contribuyen al desarrollo sostenible de su entorno, sino que, al final del día, terminan afianzando las estrategias de su propio negocio.
Los conglomerados de origen antioqueño Sura, Nutresa, Argos, Éxito y Postobón, son cinco ejemplos de apuestas de inversión social con impacto favorable para distintos segmentos de la población, así como para el medio ambiente y, también la permanencia en sus respectivos mercados.
EL COLOMBIANO consultó a cada una de estas organizaciones, no para saber sus resultados económicos, sino acerca de sus más recientes inversiones “responsables” y sus objetivos para 2016.
Se destaca el compromiso con el desarrollo integral en lugares donde hacen presencia con proyectos en educación de calidad, promoción de cultura, vida saludable, derechos humanos, seguridad alimentaria, sana alimentación, ahorro de agua y energía, preservación de biodiversidad, aportes a la primera infancia, nutrición infantil, lactancia, hábitos de vida responsables y conservación del medio ambiente. (Ver recuadros).
Ahí radica la importancia de hacer de manera consciente una inversión que supera las obligaciones legales y del mismo negocio: “cuando los programas sociales empresariales están alineados con su propia estrategia corporativa y tienen un retorno directo en la cadena de valor, generan beneficio a la comunidad, a la sociedad y a la misma empresa”, señaló Juliana Arango Uribe, subdirectora de la firma Portafolio Verde.
Un ejemplo es cómo los servicios financieros contribuyen al desarrollo social. Por eso es necesario impulsar la inclusión y formación, mostrando alternativas de inversión, de protección, que contribuyen a la movilidad social, impactando la competitividad de las empresas.
Pero no solo basta la ejecución de programas sociales, sino saberlos comunicar correctamente y de manera transparente, que termina siendo favorable también en términos de reputación empresarial, como recalcó Arango.
Dejó de ser un gastoLas ejecutorias por la sostenibilidad que hacen las empresas mencionadas y muchas más, parten de apropiar un cambio cultural y económico, enfocado en el concepto de generación de valor compartido. Esta tendencia señala que las inversiones sociales y medioambientales dejaron de ser un gasto para volverse estratégicas, porque retornan valor a las compañías.
Esta tendencia surge de agendas globales como la que impulsa las Naciones Unidas por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como superar la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia y hacer frente al cambio climático con impacto social, resaltó Juana Pérez, directora de Socya, fundación de origen empresarial que trabaja por un país más sostenible, inclusivo y equitativo desde lo social y ambiental.
En ese contexto, las empresas que quieran ser competitivas, ya no pueden ser esquivas o ajenas a incorporar en sus planes compromisos claros y concretos.
“La ventaja para las empresas es que estas acciones les entregan un retorno, haciendo parte de sus procesos productivos y siendo coherentes con el mercado. Es la manera de pasar de la filantropía a generar valor compartido”, agregó Pérez.
Por eso ya es frecuente ver en el mercado cambios en clave de sostenibilidad en temas que van desde el mismo diseño de productos, pasando por el uso de materiales reciclados, hasta la vinculación laboral de población vulnerable.