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La desesperación y la indignación sacudieron a algunos arquitectos iraquíes mayores cuando observaban cómo las propuestas de modernización y rehabilitación de Bagdad, presentadas por arquitectos y promotores en el exilio, casi siempre localizados en los Emiratos Árabes, en el reciente congreso sobre preservación del patrimonio urbano iraquí que tuvo lugar en Bagdad, consistían en la sistemática destrucción de casas y barrios enteros, a menudo densas y compactas estructuras de barro o de ladrillo de dos plantas, dañadas o dejadas, pero restaurables, en favor de edificios mucho más altos y envueltos en baratos muros cortina azules eléctrico provenientes de China, -que también imperan en Barcelona, como se comprueba cerca de la plaza Cerdá-, a los que se recurre cuando se busca un "aspecto moderno" y no se quiere perder el tiempo componiendo fachadas.
El arquitecto iraquí Subhi Al-Azzawi, sin embargo, defendió brillantemente y con pasión un sistema tradicional de ventilación, usado hasta hace poco en Bagdad, y de gran eficacia, como se pudo comprobar durante la visita del Museo de Bagdad, instalado en una de las pocas casas tradicionales preservadas: el badgir, cuyo aplicación, ahora que los muros de vidrio sufren por fin el descrédito en favor de muros espesos, de gran inercia, capaces de regular la temperatura, podría no limitarse a la capital iraquí.
El badgir es un sistema de captación de los frescos o más frescos vientos o brisas del norte. El muro perimetral de la fachada sur se compone de dos paramentos paralelos de ladrillos macizos. El más exterior se eleva y se corona con una "visera", de manera que capta y retiene el aire del norte que se desliza por el espacio vacío entre los dos paramentos, de modo semejante a cómo funcionan las altas torres de aire iranís (llamadas también bagdir), tan presentes aún en ciudades como Yazd e incluso Isfahán.
En las estancias situadas al sur, a media altura, el vacío entre ambos paramentos conecta con unas hornacinas semejantes a chimeneas, abiertas a media altura en la pared sur de las estancias, en cuya repisa se dispone un búcaro lleno de agua fresca. La corriente descendente se humidifica, y logra que la temperatura de la estancia, que en el exterior alcanza en verano los cincuenta grados, baje unos doce grados.
Por otra parte, estas estancias (llamadas sirdab, nombre que se aplica también a salas enterámente subterráneas o sótanos, utilizados como estancias) están semi-enterradas. Se accede a ellas desde el patio central, descendiendo unos escalones. El suelo se sitúa unos cincuenta centímetros por debajo del nivel del suelo del resto de la planta baja. Es precisamente en estas estancias, refrescadas tanto por la humedad que asciende del suelo (el nivel freático en Bagdad está a ras del suelo) cuanto por los "canales" de ventilación, donde las familias pasan las horas más calurosas del estío, esperando subir a la terraza cuando el sol se pone.
Este doble sistema de ventilación y humidificación, reforzado por los gruesos muros de la ladrillo y la ausencia de ventanas hacia las callejuelas (la casa se abre hacia el patio), logra que los aparatos de aire acondicionado, incluso los ventiladores eléctricos, sean inútiles. Una solución denostada por quienes sueñan con la imagen de Dubai.
El arquitecto iraquí Subhi Al-Azzawi, sin embargo, defendió brillantemente y con pasión un sistema tradicional de ventilación, usado hasta hace poco en Bagdad, y de gran eficacia, como se pudo comprobar durante la visita del Museo de Bagdad, instalado en una de las pocas casas tradicionales preservadas: el badgir, cuyo aplicación, ahora que los muros de vidrio sufren por fin el descrédito en favor de muros espesos, de gran inercia, capaces de regular la temperatura, podría no limitarse a la capital iraquí.
El badgir es un sistema de captación de los frescos o más frescos vientos o brisas del norte. El muro perimetral de la fachada sur se compone de dos paramentos paralelos de ladrillos macizos. El más exterior se eleva y se corona con una "visera", de manera que capta y retiene el aire del norte que se desliza por el espacio vacío entre los dos paramentos, de modo semejante a cómo funcionan las altas torres de aire iranís (llamadas también bagdir), tan presentes aún en ciudades como Yazd e incluso Isfahán.
En las estancias situadas al sur, a media altura, el vacío entre ambos paramentos conecta con unas hornacinas semejantes a chimeneas, abiertas a media altura en la pared sur de las estancias, en cuya repisa se dispone un búcaro lleno de agua fresca. La corriente descendente se humidifica, y logra que la temperatura de la estancia, que en el exterior alcanza en verano los cincuenta grados, baje unos doce grados.
Por otra parte, estas estancias (llamadas sirdab, nombre que se aplica también a salas enterámente subterráneas o sótanos, utilizados como estancias) están semi-enterradas. Se accede a ellas desde el patio central, descendiendo unos escalones. El suelo se sitúa unos cincuenta centímetros por debajo del nivel del suelo del resto de la planta baja. Es precisamente en estas estancias, refrescadas tanto por la humedad que asciende del suelo (el nivel freático en Bagdad está a ras del suelo) cuanto por los "canales" de ventilación, donde las familias pasan las horas más calurosas del estío, esperando subir a la terraza cuando el sol se pone.
Este doble sistema de ventilación y humidificación, reforzado por los gruesos muros de la ladrillo y la ausencia de ventanas hacia las callejuelas (la casa se abre hacia el patio), logra que los aparatos de aire acondicionado, incluso los ventiladores eléctricos, sean inútiles. Una solución denostada por quienes sueñan con la imagen de Dubai.
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Super yo amiga
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