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Tres son las obras que representan muy bien estas variables. La primera, la obra
de Jorge Villegas y José Yunis (1979), los autores tratan de esclarecer el papel
desempeñado por el pueblo colombiano en su doble carácter de víctima y autor
protagonista de su devenir. Para ello señalan las características sociales y políticas
de la Colombia de fines del siglo XIX para luego entrar en el desarrollo de la
guerra a nivel nacional y por ultimo señalan las consecuencias políticas, sociales y
económicas dejadas por ella para la posteridad.
La segunda, la de Charles Bergquist (1981), intenta demostrar cómo la inestabilidad
política que perduró durante todo el siglo XIX en Colombia y que determinaba
una guerra civil, no fue producto de la lucha por los puestos gubernamentales ni
tuvo que ver con que las distintas facciones políticas hayan funcionado a veces como
portavoces de diferentes sectores económicos de la misma oligarquía, el problema
tuvo que ver con el grado de interconexión de los mismos sectores con economías
externas. En este sentido, el estudio de Bergquist intenta ver las implicaciones polí-
ticas que tuvo el auge de la economía de exportación de café entre 1886 y 1910.
172 Revista Divergencia / ISSN: 0719-2398
N°2 / Año 1 / julio - diciembre 2012 / pp 169-177
Revista Divergencia
Para ello el autor hace un recorrido muy detallado sobre los orígenes de la guerra
de 1899 y sus causas políticas y económicas, luego se centra en el relato detallado
y descriptivo de su desarrollo nacional y por último se ocupa de sus consecuencias
y efectos posteriores desde 1902 hasta 1910 cuando la política y la economía
entran por una nueva etapa y el país queda desmembrado.
La tercera, la obra de Carlos Jaramillo (1991) intenta comprender y relacionar la
violencia de mitad de siglo XX abarcando aspectos olvidados o deformados que se
dieron en la guerra de los tres años y que han sido muy poco estudiados por los historiadores
de las contiendas civiles. El autor se centra en los fenómenos constitutivos
y característicos de la guerra irregular, en la guerra hecha por partidas, que lejos
estaban de poder considerarse como ejércitos o parte de los mismos, en algunos
aspectos de la vida cotidiana, la participación de nuevos actores sociales como mujeres,
indígenas y niños, entre otros aspectos estructurales, pero no sobre pasa ese
modelo de visión nacional de la guerra, con geografías especificas y personajes
principales bien definidos, todo bajo el universo ideológico liberal y conservador.
Estas obras clásicas de los años 70´s, 80`s y 90`s del siglo XX responden al interés
de explicar la guerra civil de los Mil Días en un contexto nacional, donde se privilegian
las “causas objetivas” que propiciaron el inicio de las hostilidades y que usa
el método narrativo-descriptivo para conocer las dimensiones de la guerra en el
sentido espacial. Nos muestra unas mismas formas de ser narradas y escritas que
marcan sus gramáticas y dramáticas de manera particular, imponen a liberales y
conservadores como los únicos protagonistas del conflicto e ignoran el papel de
otros sectores sociales y su aporte en la guerra.
Una tendencia que se desprende de estas dos variables tomando elementos de una
y otra es la que intenta establecer conexiones de largo plazo entre las contiendas
civiles del siglo XIX y la violencia de mediados del siglo XX. Esta tendencia responde
a esa necesidad de pensar el pasado por el presente. Al respecto encontramos
una compilación de artículos concernientes a la guerra de los Mil Días realizada
por Gonzalo Sánchez y Mario Aguilera Peña (2001) quienes demuestran que los
efectos de la guerra no se circunscriben y limitan a lo puramente militar o bélico.
Asistimos entonces a que la guerra se extendió a otros ámbitos como lo fueron la
cultura, el arte, la música, la pintura, pero también a la memoria nacional, a los
hechos olvidados, a los personajes desaparecidos, a las formas de justicia, a los
perdones, entre otros.
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