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rante el siglo XIX los censos de población son frecuentes, reflejando la historia electoral del país, pero su calidad es deficiente. El cuadro 1 presenta los resultados en los que es evidente que el censo de 1835 está inflado y posiblemente subvaluados los anteriores.
Si se acepta el punto de partida del censo de 1778 y el de 1912, la tasa de crecimiento de la población entre las postrimerías de la colonia y el siglo XIX sería del 1.4% anual. Posiblemente la población en el punto de partida es más alta, de tal modo que el crecimiento sería algo menor. En las sociedades premodernas las tasas de natalidad son altas pero también lo son las de mortalidad, con una tendencia a mantenerse constantes, que en conjunto arrojan bajas tasas de crecimiento para la población.
Un estudio de Carmen Elisa Flórez (2007) que utilizó un modelo de población estable le arroja un crecimiento de la población de 1.7% anual durante el siglo XIX, lo cual es bastante alto para la época. La colonización de occidente explica buena parte del resultado pero también debió influir la expansión ganadera que suministró buena proteína a una parte de la población.
Entre fines del siglo XIX y principios del XX, la tasa aumenta a 1.8% anual. La expectativa de vida al principio del siglo XIX era de sólo 26 años y a fines del siglo era 31 años, algo que constituye un avance limitado, comparado con 50 años que alcanzaban los habitantes de los países europeos avanzados al entrar el siglo XX.
Por contraste, la expectativa de vida al final del siglo XX en Colombia era de 70 años, un progreso sustancial de 39 años. Hay que anotar que esos indicadores revelan que en el siglo XIX la tasa de mortalidad infantil era altísima: buena parte de la población moría antes de cumplir 5 años. Las condiciones de salubridad eran deficientes, buena parte de la población estaba desnutrida y eran muy escasos los médicos educados científicamente. A principios de siglo, en Bogotá había sólo 5 facultativos para una población de unas 20.000 personas y se había introducido la vacuna contra la viruela de manera muy limitada. Las epidemias de viruela, al igual que las del sarampión, tendían a ser mortales para aquella parte de la población más vulnerable de jóvenes, viejos y mujeres. (Silva, 2007)
Es interesante hacer la comparación entre las tasas demográficas de los distintos estados soberanos durante el siglo XIX, pues refleja las disparidades en el desarrollo económico que afectan el bienestar y la reproducción de la población.
Es así como Antioquia, que está colonizando el occidente montañoso del país, y constituye un sólido polo de desarrollo económico, goza de condiciones de nutrición, salubridad y educación que dan lugar a mayores tasas de fecundidad y menores de mortalidad que en el resto de los estados soberanos.
El Estado soberano del Cauca queda influido también por la colonización que llega hasta el borde del valle del río Cauca pues incluye desde la población de Marmato y ello explica su alta tasa demográfica. La tasa de expansión demográfica en Antioquia es casi el doble que la de Santander, a pesar de que ambos cuentan con un acervo similar de población, españoles pobres que los poblaron originalmente y que dieron lugar posteriormente a una población mestiza. Ello refleja la carencia de zonas salubres de expansión para la población santandereana, que al occidente tenía la inhóspita región del Magdalena medio y al occidente tierras infértiles, mientras que la tenencia de la tierra comenzó a atomizarse por un lado y a concentrarse por el otro lado. La decadencia de la artesanía que debió contagiar a su agricultura dio lugar a un empobrecimiento de la región.
Los estados de la costa también muestran índices bajos de expansión demográfica, aunque cuentan con condiciones naturales apropiadas, acceso a la pesca y a cultivos de pronto rendimiento; los índices de Cundinamarca, y sobre todo de Boyacá, reflejan la pobreza de sus agregados en las haciendas serviles que afecta la reproducción de sus poblaciones.
La urbanización es también muy limitada durante el siglo XIX.
Si se acepta el punto de partida del censo de 1778 y el de 1912, la tasa de crecimiento de la población entre las postrimerías de la colonia y el siglo XIX sería del 1.4% anual. Posiblemente la población en el punto de partida es más alta, de tal modo que el crecimiento sería algo menor. En las sociedades premodernas las tasas de natalidad son altas pero también lo son las de mortalidad, con una tendencia a mantenerse constantes, que en conjunto arrojan bajas tasas de crecimiento para la población.
Un estudio de Carmen Elisa Flórez (2007) que utilizó un modelo de población estable le arroja un crecimiento de la población de 1.7% anual durante el siglo XIX, lo cual es bastante alto para la época. La colonización de occidente explica buena parte del resultado pero también debió influir la expansión ganadera que suministró buena proteína a una parte de la población.
Entre fines del siglo XIX y principios del XX, la tasa aumenta a 1.8% anual. La expectativa de vida al principio del siglo XIX era de sólo 26 años y a fines del siglo era 31 años, algo que constituye un avance limitado, comparado con 50 años que alcanzaban los habitantes de los países europeos avanzados al entrar el siglo XX.
Por contraste, la expectativa de vida al final del siglo XX en Colombia era de 70 años, un progreso sustancial de 39 años. Hay que anotar que esos indicadores revelan que en el siglo XIX la tasa de mortalidad infantil era altísima: buena parte de la población moría antes de cumplir 5 años. Las condiciones de salubridad eran deficientes, buena parte de la población estaba desnutrida y eran muy escasos los médicos educados científicamente. A principios de siglo, en Bogotá había sólo 5 facultativos para una población de unas 20.000 personas y se había introducido la vacuna contra la viruela de manera muy limitada. Las epidemias de viruela, al igual que las del sarampión, tendían a ser mortales para aquella parte de la población más vulnerable de jóvenes, viejos y mujeres. (Silva, 2007)
Es interesante hacer la comparación entre las tasas demográficas de los distintos estados soberanos durante el siglo XIX, pues refleja las disparidades en el desarrollo económico que afectan el bienestar y la reproducción de la población.
Es así como Antioquia, que está colonizando el occidente montañoso del país, y constituye un sólido polo de desarrollo económico, goza de condiciones de nutrición, salubridad y educación que dan lugar a mayores tasas de fecundidad y menores de mortalidad que en el resto de los estados soberanos.
El Estado soberano del Cauca queda influido también por la colonización que llega hasta el borde del valle del río Cauca pues incluye desde la población de Marmato y ello explica su alta tasa demográfica. La tasa de expansión demográfica en Antioquia es casi el doble que la de Santander, a pesar de que ambos cuentan con un acervo similar de población, españoles pobres que los poblaron originalmente y que dieron lugar posteriormente a una población mestiza. Ello refleja la carencia de zonas salubres de expansión para la población santandereana, que al occidente tenía la inhóspita región del Magdalena medio y al occidente tierras infértiles, mientras que la tenencia de la tierra comenzó a atomizarse por un lado y a concentrarse por el otro lado. La decadencia de la artesanía que debió contagiar a su agricultura dio lugar a un empobrecimiento de la región.
Los estados de la costa también muestran índices bajos de expansión demográfica, aunque cuentan con condiciones naturales apropiadas, acceso a la pesca y a cultivos de pronto rendimiento; los índices de Cundinamarca, y sobre todo de Boyacá, reflejan la pobreza de sus agregados en las haciendas serviles que afecta la reproducción de sus poblaciones.
La urbanización es también muy limitada durante el siglo XIX.
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