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Ana era una chica cómo cualquier otra, tenía una pequeña deficiencia... Mientras que Carlos, un chico con problemas de alcohol y drogas, era más o menos normal.
Ella había escuchado muchas cosas horrorosas de él.
Una vez hace mucho tiempo, habían abierto un chiringuito en el pueblo que vivía Ana. En el cual conocería a Carlos.
Ana se pasaba las horas muertas en aquél bar; pequeño, lleno de borrachos... a lo mejor no es lo que le convenía, sin embargo ella adoraba estar con gente. En casa se sentía ahogada, encarcelada.
Carlos la veía pasar, caminar; le gustaba. Pero, le daba vergüenza acercarse a hablar con ella; la mala reputación que tenía no le permitía hablar con Ana; ¿ que iba a pensar la gente ?
A Ana le pasaba más o menos lo mismo, tenía miedo, sentía la ira dentro de su corazón, había llegado a odiarlo por sus actos.
Pero, con un poco de ayuda del barman, David, ella y él empezaron a hablar, al principio con miedo a las represalias de los demás, aún que poco a poco, ese miedo se fue diluyendo.
Carlos y Ana se hicieron poco a poco y con miedo amigos, Ana no estaba muy decidida; pues las malas palabras de la gente hicieron que se sintiera herida, engañada...
Poco a poco aquella relación se estrechó; se hicieron amigos inseparables e íntimos; que si besos por aquí, miradas tiernas y cariñosas, abrazos sinceros. Sin embargo, el resto del pueblo: sobretodo la madre de ella, no veían nada bien cuya relación; sería una historia de amor imposible; estilo Romeo y Julieta de Shakespeare.
Al cabo de un año más o menos de intimar, les cerraron el chiringuito. Entonces, él y ella se dejaron de ver durante mucho tiempo. De vez en cuando, Carlos la llamaba para quedar, Ana sabía que no estaba actuando bien quedando con aquél chico tan problemático; sin embargo, quedaban y se veían igual, pues a ella le gustaba mucho el chaval, además, también le gustaba mucho el rollo clandestino que llevaban, le recordaba las aventuras de amor entre plevellos ricos y gente de la corte, que no sabía dónde caerse muerta.
Poco se imaginaba la chica que él se tendría que ir a la cárcel; se le destruiría el corazón. Pero eso haría que el amor aquél perdurara y se hiciera cada vez más fuerte.
El año y medio que Carlos estuvo fuera, ella se sentía triste, impotente al no ver a su amado... los primeros meses no levantaba la cabeza, más que un triste palmo del suelo.
Poco a poco, y sin saber muy bien el porqué ella se fue a brazos ajenos; tenía necesidades... y aún que no estaba saliendo con Carlos, su corazón le decía que no debía hacerlo, pero ella sin lugar a dudas lo hizo.
Al cabo de tres meses de regresar, Ana y Carlos decidieron liarse, al principio solo era rollo. Ni él ni ella tenían planeado estar juntos; sin embargo poco a poco, con algunas miradas de odio la relación se fue formalizando.