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¿ Por qué crucifican a Jesús?
El Proceso de Jesús (CEC 596)
Antes de abordar el tema, y para sumergirnos en él, debemos recordar que el territorio de los judíos estaba dominado en tiempos de Jesús por los romanos, por lo que, si bien los judíos podían ejercer su religión, no tenían ciertos derechos, como el de condenar y ajusticiar a alguien (Jn 18,31).
El juicio y la sentencia corrían por parte de los romanos, expertos en leyes además, aunque se escuchaba el alegato de los que acudían a ellos para solicitar sentencia.
Los judíos deciden la muerte de Jesús por envidia (así lo atestigua el procurador romano, en Mt 27,18, donde asevera el evangelista que Pilato sabía bien el motivo de la entrega).
Pero debían presentar una acusación que tuviera cierto peso jurídico y legal, para llevar a cabo sus planes de exterminio del Nazareno.
Por eso se ejecutan dos juicios: Uno religioso, ante el tribunal judío, y otro civil, ante el tribunal romano.
Ante el tribunal judío, basta la acusación de blasfemia (Mt 26,66): Siendo un hombre, Jesús se hace pasar por Dios, ya que manifiesta un poder de perdonar los pecados, cosa que solo es atribuible a Dios.
El razonamiento es sensato. Jesús cura y manifiesta explícitamente que lo hace como un signo de que tiene el poder de perdonar los pecados. Es más, al curado, le dice que sus pecados les son perdonados (Lc 5,20-24; 7,48-50).
Ahí estaría la blasfemia. Presentada así es verdad. Un hombre no puede perdonar los pecados. Es prerrogativa solamente de Dios: Y en cualquier religión, sea ésta judía, cristiana, musulmana o hindú. Uno puede predisponerse, pero solo perdona Dios.
La salvedad es que para el cristianismo posterior a la Resurrección, este hombre de Nazareth resulta ser el mismo Dios, el mismo Yahvé, el Yo Soy del Antiguo Testamento (Ex 3,14; Jn 8,24).
Pero una acusación de blasfemia, no era de peso ante un tribunal romano. Delitos religiosos no eran condenados con severidad.
Entonces cambian el motivo de la condena: Jesús quiere hacerse rey, es un revolucionario político (Lc 23,2). Y ellos, que odiaban al César y a su Imperio, manifiestan que el César es su único rey (Jn 19,15c). Extraña conducta del hombre que traiciona, no solo a los demás, sino sus propios principios e ideales.
Viendo Pilato que la cosa iba de mal en peor, y que el pueblo amenazaba con acusarlo de complicidad con el supuesto revolucionarlo, al no condenarlo por querer usurpar el lugar que corresponde solo al César, y viendo peligrar su puesto (Jn 19,12), decide entregarlo para ser crucificado (Jn 19,16).
Pilato, actuando en contra de su conciencia en el proceso contra Jesús, decide colocar una inscripción encima de la cruz: INRI, que en latín quiere decir: Jesús Nazareno, Rey de los Judíos. Ésta atrae la atención de éstos, que quieren impedirlo (Jn 19,21), a lo que el gobernante proclama que lo escrito, escrito está, reafirmando la realidad no solo de la sentencia, sino de la condición real de Jesús (Jn 19,22).
Como a Jerusalén acudían peregrinos religiosos de toda lengua y nación, hizo colocar además del hebreo, también la inscripción en griego y en latín, de modo que todo el que pasaba podía contemplarla (Jn 19,20b).
Jesús muere con el cargo de blasfemo para los judíos (siendo un hombre común se hacía pasar por Dios), y con el cargo de revolucionario político ante las autoridades romanas:
Sin embargo, el motivo inscripto en su condena, es que es el Rey:
¿Lo es en nuestras vidas?
¿Le damos lugar en el trono de nuestro corazón?
Sin duda las cosas nos irían mejor, personal y comunitariamente, si así lo hiciéramos.
Los idiomas bíblicos en la Cruz de Jesús.
Estos idiomas originarios (hebreo, latín y griego), que señalan la condena de Jesús en el patíbulo, son los que cimientan la base de la realeza mesiánica de Jesús todo el cristianismo.
En efecto, el cristianismo nace bajo el imperio romano, en el que todavía se hablaba la lengua griega de Alejandro Magrealeza la condena de Jesús, aparecen también reinando en la Palabra de Dios encarnada en las Sagradas
El Proceso de Jesús (CEC 596)
Antes de abordar el tema, y para sumergirnos en él, debemos recordar que el territorio de los judíos estaba dominado en tiempos de Jesús por los romanos, por lo que, si bien los judíos podían ejercer su religión, no tenían ciertos derechos, como el de condenar y ajusticiar a alguien (Jn 18,31).
El juicio y la sentencia corrían por parte de los romanos, expertos en leyes además, aunque se escuchaba el alegato de los que acudían a ellos para solicitar sentencia.
Los judíos deciden la muerte de Jesús por envidia (así lo atestigua el procurador romano, en Mt 27,18, donde asevera el evangelista que Pilato sabía bien el motivo de la entrega).
Pero debían presentar una acusación que tuviera cierto peso jurídico y legal, para llevar a cabo sus planes de exterminio del Nazareno.
Por eso se ejecutan dos juicios: Uno religioso, ante el tribunal judío, y otro civil, ante el tribunal romano.
Ante el tribunal judío, basta la acusación de blasfemia (Mt 26,66): Siendo un hombre, Jesús se hace pasar por Dios, ya que manifiesta un poder de perdonar los pecados, cosa que solo es atribuible a Dios.
El razonamiento es sensato. Jesús cura y manifiesta explícitamente que lo hace como un signo de que tiene el poder de perdonar los pecados. Es más, al curado, le dice que sus pecados les son perdonados (Lc 5,20-24; 7,48-50).
Ahí estaría la blasfemia. Presentada así es verdad. Un hombre no puede perdonar los pecados. Es prerrogativa solamente de Dios: Y en cualquier religión, sea ésta judía, cristiana, musulmana o hindú. Uno puede predisponerse, pero solo perdona Dios.
La salvedad es que para el cristianismo posterior a la Resurrección, este hombre de Nazareth resulta ser el mismo Dios, el mismo Yahvé, el Yo Soy del Antiguo Testamento (Ex 3,14; Jn 8,24).
Pero una acusación de blasfemia, no era de peso ante un tribunal romano. Delitos religiosos no eran condenados con severidad.
Entonces cambian el motivo de la condena: Jesús quiere hacerse rey, es un revolucionario político (Lc 23,2). Y ellos, que odiaban al César y a su Imperio, manifiestan que el César es su único rey (Jn 19,15c). Extraña conducta del hombre que traiciona, no solo a los demás, sino sus propios principios e ideales.
Viendo Pilato que la cosa iba de mal en peor, y que el pueblo amenazaba con acusarlo de complicidad con el supuesto revolucionarlo, al no condenarlo por querer usurpar el lugar que corresponde solo al César, y viendo peligrar su puesto (Jn 19,12), decide entregarlo para ser crucificado (Jn 19,16).
Pilato, actuando en contra de su conciencia en el proceso contra Jesús, decide colocar una inscripción encima de la cruz: INRI, que en latín quiere decir: Jesús Nazareno, Rey de los Judíos. Ésta atrae la atención de éstos, que quieren impedirlo (Jn 19,21), a lo que el gobernante proclama que lo escrito, escrito está, reafirmando la realidad no solo de la sentencia, sino de la condición real de Jesús (Jn 19,22).
Como a Jerusalén acudían peregrinos religiosos de toda lengua y nación, hizo colocar además del hebreo, también la inscripción en griego y en latín, de modo que todo el que pasaba podía contemplarla (Jn 19,20b).
Jesús muere con el cargo de blasfemo para los judíos (siendo un hombre común se hacía pasar por Dios), y con el cargo de revolucionario político ante las autoridades romanas:
Sin embargo, el motivo inscripto en su condena, es que es el Rey:
¿Lo es en nuestras vidas?
¿Le damos lugar en el trono de nuestro corazón?
Sin duda las cosas nos irían mejor, personal y comunitariamente, si así lo hiciéramos.
Los idiomas bíblicos en la Cruz de Jesús.
Estos idiomas originarios (hebreo, latín y griego), que señalan la condena de Jesús en el patíbulo, son los que cimientan la base de la realeza mesiánica de Jesús todo el cristianismo.
En efecto, el cristianismo nace bajo el imperio romano, en el que todavía se hablaba la lengua griega de Alejandro Magrealeza la condena de Jesús, aparecen también reinando en la Palabra de Dios encarnada en las Sagradas
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Para el perdón de nuestros pecados
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