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Después de la muerte de Mahavira y durante largo tiempo su mensaje fue transmitido por tradición oral, hasta que sus discípulos reunieron sus sermones en los llamados "Doce Angas" (preceptos), que se convirtieron en las escrituras sagradas del jainismo. Fueron fijados en lengua prákrita, hacia el año 300 a. de J.C., unos doscientos años después de la muerte del Mahavira.
Con el tiempo, los adeptos del jainismo se fueron dividiendo en dos sectas por diferencias doctrinales: Los swatambara, cuyos sacerdotes se visten de blanco, y los digambara, cuyos sacerdotes se "visten de cielo", usando únicamente taparrabos. Ambas sectas se adhieren a los cinco mandamientos del alma, proclamados por Mahavira.
También destacan estas escrituras la importancia de la autonegación y la ascésis, así como el deber de compartir lo que se posee con los otros y ocuparse de los demás a través de caridad solidaria a todo ser viviente enfermo o necesitado (humano o animal). Su religión les exige muchas cosas, y las deben cumplir bien, diariamente. La primera de todas es la de llevar a cabo, por lo menos, un acto de caridad todos los días.
El punto clave del jainismo es el primer mandamiento: "No mates a ninguna cosa viviente; no lastimes a ninguna cosa viviente mediante la palabra, pensamiento o acto, ni siquiera en defensa propia" (precepto ahimsa). Para cumplir con el primer mandamiento, en el espíritu en que se les proclamó, los jainas se convirtieron en vegetarianos, pacifistas y siempre se han opuesto a las guerras y nunca portan armas.
En los libros sagrados de los jainas está escrito que esta religión se destina a toda la humanidad. Es una religión universal donde las creencias en la generosidad, en la humildad, en la responsabilidad personal hacia todos los que se encuentran en la necesidad y la dedicación a la paz, no encuentran fronteras. La realidad es que las enseñanzas de Mahavira nunca arraigaron fuera de la India.