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El texto está ubicado temporalmente "en los principios del mundo" y geográficamente en la Sierra de Tenui, ubicada a los márgenes del Río Içana, afluente del Río Negro, que a su vez desemboca en el Río Amazonas.
Nacimiento de Seucý
Una epidemia atacó a los hombres y sólo sobrevivieron algunos viejos y un payé. Para resolver lo que podría ser el fin de la raza, las mujeres se reunieron en el Lago Muypa, donde Seucý (el nombre dado a las Pléyades) solía bañarse. Las mujeres no llegarón a ninguna solución, cuando Seucý vino a bañarse. En ese momento el viejo payé, quien estaba presente a pesar de que las mujeres no se habían percatado, las reprendió por haber desobedecido su prohibición de acercarse al lago. Como consecuencia, Seucý ya no volvería a bañarse allí y en adelante las mujeres no podría participar en los asuntos de importancia. A continuación el payé fecundó a todas las mujeres. Diez lunas después todas las mujeres dieron a luz en el mismo momento y entre los recién nacidos se destacaba por su belleza una niña que fue llamada Seucý, por ser una replica de la Seucý del cielo
Nacimiento de Yuruparý
Al llegar a la edad de los primeros amores, Seucý, aún pura, se antoja de comer la fruta Pihycan (presuntamente la Piquia, una nuez de la región amazónica). Fácilmente encontró algunas y los jugos de la fruta la fecundaron. Intentó ocultar su estado, pero eventualmente fue imposible y confesó la historia del Pihycan. Cuando nació el niño se parecía al sol por su gran belleza. Los tenuinas lo proclamaron su tuixáua, su jefe, y lo llamaron Yuruparý, que significa engendrado por la fruta.
Desaparición de Yuruparý
Una luna después del nacimiento de Yuruparý, la gente decidió entregarle las insignias de cacique, pero no estaba la itá-tuixáua, la piedra del jefe, por lo cual tenían que ir a la Sierra del Gancho de la Luna a recobrarla. Pero las mujeres dividieron la tribu en dos bandos: unas decían que todos debían ir por la piedra, otras que debería ir los hombres solos. Discutieron por una luna hasta que se dieron cuenta de la desaparición de Yuruparý.
Las mujeres culparon a los viejos y los amenazaron con darles "el suplicio de los peces", una tortura consistente en atar el cuerpo dentro del agua, dejando la cabeza afuera, herirlos para que los peces, atraídos por el gusto de la sangre, vinieran a devorarlos. Incluso llegaron a atar a los hombres para que no escaparan.
Durante la noche, se escuchó el llanto de Yuruparý proveniente del árbol del Pihycan. Cuando llegaron a él, todo quedó en silencio. La segunda noche se repitió el llanto y buscaron entre las ramas del Pihycan pero no encontraron nada. La tercera noche cercaron el árbol pero empezaron a escuchar el llanto entre ellos, sin poder descubrir su origen. El llanto era tan aterrador que decidieron no volver a buscar a Yuruparý.
A pesar de que el llanto no cesaba, todos se olvidaron de Yuruparý menos Seucý, quien retirada en la cima de una montaña lloraba la ausencia de su hijo hasta quedar dormida en las madrugadas. Pasaron tres noches así. Una mañana, cuando se despertó se dio cuenta que la leche de sus senos no estaba. Intentó quedarse despierta para ver quién se estaba amamantando, pero el sueño la vencía y al día siguiente amanecía sin leche.
Pasaron dos años y el llanto fue remplazado por risas, cantos y gritos de un niño jugando con seres desconocidos. Yuruparý crecía fuerte, aunque invisible, a la vez que Seucy envejecía rápidamente.
El regreso de Yuruparý
Quince años después, en una noche de luna en la que la Seucý celeste vino a bañarse en el lago, reapareció Yuruparý en el pueblo de la mano de su madre, la Seucý terrenal. Era un joven tan hermoso como el sol. Los tenuitas se apresuraron a darle los ornamentos de cacique aunque todavía faltara la itá-tuixáua.
Viene a cambiar las leyes matriarcales y caóticas por las leyes del Sol, que son en esencia patriarcales y ordenadas.
También trae un conjunto de ritos, cantos y mitos sobre sus ancestros.
Visita diferentes tribus para instruirlas sobre las nuevas leyes, y en cada tribu se le presenta resistencia por parte de las mujeres.
Entre sus mismos discípulos hay unos traidores y hay otros fieles a él.
Encuentra el amor en una mujer llamada Carumá.
Al final del relato se aleja por el Oriente para buscar a una mujer que sea digna del Sol.
Nacimiento de Seucý
Una epidemia atacó a los hombres y sólo sobrevivieron algunos viejos y un payé. Para resolver lo que podría ser el fin de la raza, las mujeres se reunieron en el Lago Muypa, donde Seucý (el nombre dado a las Pléyades) solía bañarse. Las mujeres no llegarón a ninguna solución, cuando Seucý vino a bañarse. En ese momento el viejo payé, quien estaba presente a pesar de que las mujeres no se habían percatado, las reprendió por haber desobedecido su prohibición de acercarse al lago. Como consecuencia, Seucý ya no volvería a bañarse allí y en adelante las mujeres no podría participar en los asuntos de importancia. A continuación el payé fecundó a todas las mujeres. Diez lunas después todas las mujeres dieron a luz en el mismo momento y entre los recién nacidos se destacaba por su belleza una niña que fue llamada Seucý, por ser una replica de la Seucý del cielo
Nacimiento de Yuruparý
Al llegar a la edad de los primeros amores, Seucý, aún pura, se antoja de comer la fruta Pihycan (presuntamente la Piquia, una nuez de la región amazónica). Fácilmente encontró algunas y los jugos de la fruta la fecundaron. Intentó ocultar su estado, pero eventualmente fue imposible y confesó la historia del Pihycan. Cuando nació el niño se parecía al sol por su gran belleza. Los tenuinas lo proclamaron su tuixáua, su jefe, y lo llamaron Yuruparý, que significa engendrado por la fruta.
Desaparición de Yuruparý
Una luna después del nacimiento de Yuruparý, la gente decidió entregarle las insignias de cacique, pero no estaba la itá-tuixáua, la piedra del jefe, por lo cual tenían que ir a la Sierra del Gancho de la Luna a recobrarla. Pero las mujeres dividieron la tribu en dos bandos: unas decían que todos debían ir por la piedra, otras que debería ir los hombres solos. Discutieron por una luna hasta que se dieron cuenta de la desaparición de Yuruparý.
Las mujeres culparon a los viejos y los amenazaron con darles "el suplicio de los peces", una tortura consistente en atar el cuerpo dentro del agua, dejando la cabeza afuera, herirlos para que los peces, atraídos por el gusto de la sangre, vinieran a devorarlos. Incluso llegaron a atar a los hombres para que no escaparan.
Durante la noche, se escuchó el llanto de Yuruparý proveniente del árbol del Pihycan. Cuando llegaron a él, todo quedó en silencio. La segunda noche se repitió el llanto y buscaron entre las ramas del Pihycan pero no encontraron nada. La tercera noche cercaron el árbol pero empezaron a escuchar el llanto entre ellos, sin poder descubrir su origen. El llanto era tan aterrador que decidieron no volver a buscar a Yuruparý.
A pesar de que el llanto no cesaba, todos se olvidaron de Yuruparý menos Seucý, quien retirada en la cima de una montaña lloraba la ausencia de su hijo hasta quedar dormida en las madrugadas. Pasaron tres noches así. Una mañana, cuando se despertó se dio cuenta que la leche de sus senos no estaba. Intentó quedarse despierta para ver quién se estaba amamantando, pero el sueño la vencía y al día siguiente amanecía sin leche.
Pasaron dos años y el llanto fue remplazado por risas, cantos y gritos de un niño jugando con seres desconocidos. Yuruparý crecía fuerte, aunque invisible, a la vez que Seucy envejecía rápidamente.
El regreso de Yuruparý
Quince años después, en una noche de luna en la que la Seucý celeste vino a bañarse en el lago, reapareció Yuruparý en el pueblo de la mano de su madre, la Seucý terrenal. Era un joven tan hermoso como el sol. Los tenuitas se apresuraron a darle los ornamentos de cacique aunque todavía faltara la itá-tuixáua.
Viene a cambiar las leyes matriarcales y caóticas por las leyes del Sol, que son en esencia patriarcales y ordenadas.
También trae un conjunto de ritos, cantos y mitos sobre sus ancestros.
Visita diferentes tribus para instruirlas sobre las nuevas leyes, y en cada tribu se le presenta resistencia por parte de las mujeres.
Entre sus mismos discípulos hay unos traidores y hay otros fieles a él.
Encuentra el amor en una mujer llamada Carumá.
Al final del relato se aleja por el Oriente para buscar a una mujer que sea digna del Sol.
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