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Esta obra llamada también, "despertador de los ingenios quiteños", Espejo la firmó con el seudónimo de: Don Javier de Cia, Apéstegui y Perochena. Esta obra se apartaba del siglo XVIII, y por otra la pertenecía. Se apartaba por el empleo de un díalogo, y al mismo tiempo pertenecía por ser el tema de una crítica personal y satírica del clero en general y de los jesuitas en particular. Para escribir esta obra, se sirvió del "Sermón de Dolores" predicado por el doctor Sancho de Escobar en la catedral de Quito, en donde había sido calificada como excelente. Espejo ridiculizaba la educación jesuita del predicador y fruncía el ceño sobre su oratoria rebuscada, con excesivas citas en latín que oscurecían el pensamiento. Dos personajes sostenían la conversación: el Doctor Luis Mera (Espejo) y el doctor Miguel Murillo, medico de Quito. El primero sostenía que el objeto de la obra declaraba, que un sacerdote no llegaba a literato con sólo vestir hábitos, Decía:"Ni la sotana da el saber, ni el cíngulo de paz y quietud que requiere la profesión de la letra; ni el ropón las ideas científicas; ni el gollete del cuello daba al cerebro mayor aplicación de los libros; ni la becoca añadía memoria; ni el bonete aumentaba el entendimiento". Espejo criticaba en esta obra los temas de enseñanza por los jesuitas en Quito. En uno de los diálogos, Mera notaba que el sermón de Escobar, necesitaba mucha cultura para ser un buen orador; Murillo recordaba a Mera que Escobar era ex jesuita, dando a entender que su formación tenía que ser excelente. Espejo utilizó el contraste haciendo hablar a Murillo como seudointelectual, de lenguaje ampuloso, lleno de expresiones nebulosas y eruditas; mientras que Mera se expresaba con claridad, sencillez y naturalidad. Mera observaba que un buen orador necesitaba la sutileza del dialécto, la comprensión de un filósofo, las metáforas del poeta y la elegancia y movimiento de un actor. Mera señalaba que los jesuitas no se servían plenamente de las Escriturs para la oratoria, sino que más bien se preocuapban de lo extenso del sermón. Mera decía "Muchos de sus artificios hacen olvidar a los fieles el objeto principal del sermón; amar a Dios y odiar el pecado". En el séptimo Diálogo de esta obra, se proponía un plan mejor de estudios teológicos. Mera indicaba que los jóvenes ignoraban la ortogaría y eran incapáces de escribir en estilo sencillo. Murillo indicaba con sarcasmo que aprendían poco y les daba igual. Mera intervenía diciendo que tales estudiantes serían detrimento para la sociedad. Murillo señalaba que la mayor parte de los párrocos eran muy orgullosos y vanos, pues muchos inistían en ser llamados "señor doctor"aunque no tuviesen derecho al título. Mera y Murillo coincidían que un teólogo debía utilizar cuatro fuentes importantes; La Biblia, la tradición, las conclusiones de los concilios y los escritos de los padres de la iglesia. Espejo en esta obra criticó, riduculizó y escarneció a numerosos personajes y grupos de Quito, a Murillo lo llamaba curandero, fue la mala oratoria de la época, que permitió escribir a Espejo algunas. Según González Suárez, Espejo fue predicador, escribió muchos sermones, de echo éstos fueron predicados por su hermano Juan Pablo que fue sacerdote. "El nuevo Luciano representa la obra crítica más antigua de Hispanoamérica". "Queda a favor de Espejo el percatarse de las nuevas corrientes estéticas, a pesar de vivir tan lejos de los centros de cultura y comunicaciones" Philip Astuto.
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