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La primera guerra sino-japonesa (1 de agosto de 1894-17 de abril de 1895) se libró entre la dinastía Qing de China y el naciente Imperio del Japón, principalmente por el control de Corea. Después de más de seis meses de victorias ininterrumpidas del Ejército imperial y la Armada japonesa, así como de la toma del puerto chino de Weihai, China solicitó la paz en febrero de 1895.
La guerra fue un claro indicio del fracaso del intento de la dinastía Qing de modernizar sus fuerzas armadas y defenderse de las amenazas a su soberanía, sobre todo en comparación con el éxito de Japón posterior a la Restauración Meiji. Por primera vez, el dominio regional en el este de Asia pasó de China a Japón, y el prestigio de la dinastía Qing, junto con la tradición clásica en China, sufrieron un duro golpe. La humillante pérdida de Corea como Estado vasallo de la dinastía Qing provocó una protesta pública sin precedentes. En China, la derrota fue un catalizador para una serie de revoluciones y cambios políticos dirigidos por Sun Yat-Sen y Youwei Kang. Estas tendencias se manifestarían más tarde en la Revolución de 1911 que acabó con la monarquía.
En marzo de 1895, se firmó el Tratado de Shimonoseki entre Japón y China por el cual esta cedía Taiwán, las islas Pescadores y Liaodong al Imperio del Japón.