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La aparición del género Homo está sometida a varias interpretaciones.
En ocasiones, las teorías ofrecidas por los expertos colocan a las diferentes especies Homo en una misma época, lo que hace difícil concretar la línea evolutiva. Por otro lado, estas interpretaciones son temporales y “cuelgan” de las investigaciones sobre los hallazgos fósiles hasta ahora encontrados. Por lo cual, los nuevos descubrimientos producirán, inevitablemente, cambios en las teorías sobre la evolución humana hasta ahora desarrolladas.
Se estima que la vida en nuestro planeta comenzó hace entre unos tres o cuatro mil millones de años, aunque no empezamos a registrar fósiles de organismos complejos hasta hace aproximadamente 1.000 millones de años o crones (El Cron es una unidad de tiempo que equivale a un millón de años. Es utilizada en geología para determinar edades).
Durante 400 crones, estos organismos complejos van evolucionando hasta convertirse en grandes animales de cuerpo duro que abundaron por todo el planeta. Más adelante, durante la era Mesozoica, hace 225-180 crones, aparecen los mamíferos y entre 70-60 millones de años atrás, principios de la era Cenozoica, los primeros primates, especie de la que desciende el homínido moderno, el Homo Sapiens .
Durante el Oligoceno, en el lapso comprendido entre hace 38 y 25 crones, se desarrollaron los antropoides. Un poco más adelante, ya en el Mioceno, los hominoides se habían propagado ampliamente.
Pero no fue hasta el Plioceno, entre 7 y 4 millones de años atrás, cuando aparecen los primeros homínidos, los austraolopithecus (afarensis, africanus, robustus y boisei). Esta línea evolutiva provoca la aparición del género Homo , en la transición entre el Plioceno y el Pleistoceno. A partir de este momento el estudio de la evolución de los homínidos ya no solo se centra en el aspecto biológico sino también en el cultural y tecnológico. La gran novedad evolutiva que representa la cultura implica que las "capacidades y hábitos" de los sujetos que la portan se adquieren por herencia social y no por herencia biológica. Este es un punto importante en el que comienza a producirse un proceso de acumulación que, con el tiempo, provocara importantes avances de toda índole en la comunidad humana. Sin embargo, el comienzo de esta nueva "evolución" en el género Homo no impide nuevos cambios a nivel biológico y ya al final del Pleistoceno, aparece, por último, el Homo Sapiens.
Vivió en Europa, en África y en Asia. Los hallazgos arqueológicos reflejan cambios importantes en el comportamiento de esta especie: utilización de instrumentos de piedra y hueso más trabajados, cambios en las for¬mas de cazar, uso y dominio del fuego, empleo del vestido, aumento en el tamaño de las poblaciones, manifesta-ciones rituales y artísticas. El representante del homo sapiens más antiguo es el hombre de Neanderthal (Alemania).
Sus características físicas son las mismas que las del hombre actual. Su capacidad cerebral es de alrededor de 1400 centímetros cúbicos. Se cree que apareció en Europa hace alrededor de 40.000 años. El homo sapiens es el que protagonizó, a partir del año 10.000 a.C., cambios muy importantes en la organización económica y social, como las primeras formas de agricultura y domesticación de animales, y la vida en ciudades.
No se han encontrado individuos completos ni enterramientos, por lo que en ocasiones sólo se pueden atribuir a este tipo humano por su asociación a material lítico musteriense. Los primeros restos antropológicos pertenecientes a neandertales en España se descubrieron en 1848 de forma accidental en Gibraltar, hallazgo previo al descubrimiento del fósil del valle del Neander, aunque no fue identificado como especie propia. Pese a que se han hallado otros restos en diversos lugares de España (Granada, Barcelona), los más representativos son los citados de Gibraltar. En la Meseta central sólo ha aparecido un fragmento perteneciente a una joven de 10-18 años en Los Casares (Guadalajara). Los neandertales poseían un cráneo de paredes gruesas, achatado y alargado. Presentan marcados arcos superciliares. Todo ello contrasta con los cráneos del hombre moderno, más redondeado y con las paredes óseas más delgadas.
Disponían de una alta capacidad craneal (1.450 centímetros cúbicos). El robusto esqueleto, de tronco largo y piernas cortas, estaba bien adaptado a su forma de vida cazadora-recolectora en un medio ambiente que con frecuencia era extremadamente frío, y que concluyó con el último periodo glacial. Aunque los hombres eran más corpulentos que las mujeres, ambos poseían una gran musculatura ya desde la infancia. Tenían una cabeza grande con unas prominentes narices y un mentón retraído. Como promedio general, sus cerebros eran del mismo tamaño o mayores que el cerebro del hombre moderno, lo que se relaciona más con el gran tamaño del cuerpo y su gran musculatura que a una inteligencia más elevada. Eran grupos reducidos, tal como demuestran los asent
En ocasiones, las teorías ofrecidas por los expertos colocan a las diferentes especies Homo en una misma época, lo que hace difícil concretar la línea evolutiva. Por otro lado, estas interpretaciones son temporales y “cuelgan” de las investigaciones sobre los hallazgos fósiles hasta ahora encontrados. Por lo cual, los nuevos descubrimientos producirán, inevitablemente, cambios en las teorías sobre la evolución humana hasta ahora desarrolladas.
Se estima que la vida en nuestro planeta comenzó hace entre unos tres o cuatro mil millones de años, aunque no empezamos a registrar fósiles de organismos complejos hasta hace aproximadamente 1.000 millones de años o crones (El Cron es una unidad de tiempo que equivale a un millón de años. Es utilizada en geología para determinar edades).
Durante 400 crones, estos organismos complejos van evolucionando hasta convertirse en grandes animales de cuerpo duro que abundaron por todo el planeta. Más adelante, durante la era Mesozoica, hace 225-180 crones, aparecen los mamíferos y entre 70-60 millones de años atrás, principios de la era Cenozoica, los primeros primates, especie de la que desciende el homínido moderno, el Homo Sapiens .
Durante el Oligoceno, en el lapso comprendido entre hace 38 y 25 crones, se desarrollaron los antropoides. Un poco más adelante, ya en el Mioceno, los hominoides se habían propagado ampliamente.
Pero no fue hasta el Plioceno, entre 7 y 4 millones de años atrás, cuando aparecen los primeros homínidos, los austraolopithecus (afarensis, africanus, robustus y boisei). Esta línea evolutiva provoca la aparición del género Homo , en la transición entre el Plioceno y el Pleistoceno. A partir de este momento el estudio de la evolución de los homínidos ya no solo se centra en el aspecto biológico sino también en el cultural y tecnológico. La gran novedad evolutiva que representa la cultura implica que las "capacidades y hábitos" de los sujetos que la portan se adquieren por herencia social y no por herencia biológica. Este es un punto importante en el que comienza a producirse un proceso de acumulación que, con el tiempo, provocara importantes avances de toda índole en la comunidad humana. Sin embargo, el comienzo de esta nueva "evolución" en el género Homo no impide nuevos cambios a nivel biológico y ya al final del Pleistoceno, aparece, por último, el Homo Sapiens.
Vivió en Europa, en África y en Asia. Los hallazgos arqueológicos reflejan cambios importantes en el comportamiento de esta especie: utilización de instrumentos de piedra y hueso más trabajados, cambios en las for¬mas de cazar, uso y dominio del fuego, empleo del vestido, aumento en el tamaño de las poblaciones, manifesta-ciones rituales y artísticas. El representante del homo sapiens más antiguo es el hombre de Neanderthal (Alemania).
Sus características físicas son las mismas que las del hombre actual. Su capacidad cerebral es de alrededor de 1400 centímetros cúbicos. Se cree que apareció en Europa hace alrededor de 40.000 años. El homo sapiens es el que protagonizó, a partir del año 10.000 a.C., cambios muy importantes en la organización económica y social, como las primeras formas de agricultura y domesticación de animales, y la vida en ciudades.
No se han encontrado individuos completos ni enterramientos, por lo que en ocasiones sólo se pueden atribuir a este tipo humano por su asociación a material lítico musteriense. Los primeros restos antropológicos pertenecientes a neandertales en España se descubrieron en 1848 de forma accidental en Gibraltar, hallazgo previo al descubrimiento del fósil del valle del Neander, aunque no fue identificado como especie propia. Pese a que se han hallado otros restos en diversos lugares de España (Granada, Barcelona), los más representativos son los citados de Gibraltar. En la Meseta central sólo ha aparecido un fragmento perteneciente a una joven de 10-18 años en Los Casares (Guadalajara). Los neandertales poseían un cráneo de paredes gruesas, achatado y alargado. Presentan marcados arcos superciliares. Todo ello contrasta con los cráneos del hombre moderno, más redondeado y con las paredes óseas más delgadas.
Disponían de una alta capacidad craneal (1.450 centímetros cúbicos). El robusto esqueleto, de tronco largo y piernas cortas, estaba bien adaptado a su forma de vida cazadora-recolectora en un medio ambiente que con frecuencia era extremadamente frío, y que concluyó con el último periodo glacial. Aunque los hombres eran más corpulentos que las mujeres, ambos poseían una gran musculatura ya desde la infancia. Tenían una cabeza grande con unas prominentes narices y un mentón retraído. Como promedio general, sus cerebros eran del mismo tamaño o mayores que el cerebro del hombre moderno, lo que se relaciona más con el gran tamaño del cuerpo y su gran musculatura que a una inteligencia más elevada. Eran grupos reducidos, tal como demuestran los asent
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