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La cultura Tiahuanaco es una cultura arqueológica que se desarrolló en los actuales países de Bolivia, Perú y Chileentre los años 1.580 a.C. y 1187 d.C. Su área de influencia, visible en objetos con una peculiar iconografía, comprende la cuenca del Lago Titicaca como región nuclear, desde donde se distribuye hacia los valles y costa del océano Pacífico por el oeste, la región del Chapare por el este y el altiplano boliviano meridional y el oasis de San Pedro de Atacama por el sur. Su capital y principal centro religioso fue la ciudad de Tiwanaku, ubicada en las riberas del río homónimo, pocos kilómetros al sur del lago Titicaca, en el actual departamento boliviano de La Paz.
Se cree que Tiwanaku obtuvo una serie de bienes y recursos de ecosistemas diferentes al del Titicaca a través del intercambio con diversas sociedades locales de regiones altiplánicas y vallunas, aunque también manejaron enclaves poblacionales en zonas como Moquegua (sur del Perú) y, posiblemente, Cochabamba en los valles orientales bolivianos. El sitio de Tiwanaku se caracteriza por una amplia infraestructura ceremonial que atestigua prácticas religiosas muy complejas. Su arquitectura y escultura presentan una iconografía muy estandarizada que sugiere el desarrollo de depurados sistemas de pensamiento, difundidos a través de objetos más ligeros como cerámica y textiles.
Precisamente estas dos formas de expresión material son las que encuentran mayor perfección técnica, siempre sujeta a cambios cronológicos y sobre todo a variación espacial. SI bien inicialmente se pensó que la cerámica más tosca de Tiwanaku sería la más tardía o "decadente", el hallazgo en el año 2006 de más de cuatro centenas de piezas cerámicas de gran perfección y colorido en la isla de Pariti, en la porción menor del Titicaca, datadas por radiocarbono en el 1000 d.C., permite discutir esta idea. Así, todavía se discute el significado de la variedad cerámica de Tiwanaku. Existe una notable variedad entre zonas de la propia cuenca del Titicaca, por no mencionar los estilos derivados de Tiwanaku en zonas como Azapa (Chile) o Cochabamba (Bolivia). Tiwanaku también destacó en el arte textil, con predominio del uso de lana de camélidos andinos, generando tapices polícromos sumamente complejos observables en zonas secas como el norte de Chile o el altiplano boliviano meridional. Usaron ampliamente la tecnología del bronce, destacando su uso en la arquitectura ceremonial de piedra en forma de grampas de sujeción. Otros materiales trabajados por Tiwanaku o por regiones sujetas a su influencia ideológica fueron ornamentos de oro laminado y plata, tallas de madera, objetos de hueso pirograbado, cestería y cuentas de collar en piedras semipreciosas, hueso y concha.
El primer europeo en describir los restos arqueológicos de Tiwanaku fue el cronista español Pedro Cieza de Leónen el siglo XVI. Sin embargo, las visitas de estudiosos al sitio se dieron mayormente desde el siglo XIX, con personajes como Alcide D'Orbigny, Ephraim Squier, Charles Weiner, y posteriormente arqueólogos más formales como Alphonse Bandelier o Max Uhle, ya a comienzos del siglo XX. Posteriormente, el arqueólogo aficionado Arthur Posnansky estudió la zona planteando diversas teorías, sumamente especulativas, sobre los orígenes y desarrollo de Tiwanaku. Durante el siglo XX destacaron los estudios del estadounidense Wendell Bennett en la década de 1930; el boliviano Carlos Ponce Sanginés entre los años '60 y '80; y los estadounidenses Alan Kolata, David Browman y Marc Bermann, así como los bolivianos Juan Albarracín-Jordán y Sonia Alconini, en los años '90. En el presente siglo destacan los aportes de los estadounidenses John Janusek, Charles Stanish, Nicole Couture, Deborah Blom y Alexei Vranich; el finlandés Antti Korpisaari; y los bolivianos Claudia Rivera, Jédu Sagárnaga y Juan Villanueva.
Se cree que Tiwanaku obtuvo una serie de bienes y recursos de ecosistemas diferentes al del Titicaca a través del intercambio con diversas sociedades locales de regiones altiplánicas y vallunas, aunque también manejaron enclaves poblacionales en zonas como Moquegua (sur del Perú) y, posiblemente, Cochabamba en los valles orientales bolivianos. El sitio de Tiwanaku se caracteriza por una amplia infraestructura ceremonial que atestigua prácticas religiosas muy complejas. Su arquitectura y escultura presentan una iconografía muy estandarizada que sugiere el desarrollo de depurados sistemas de pensamiento, difundidos a través de objetos más ligeros como cerámica y textiles.
Precisamente estas dos formas de expresión material son las que encuentran mayor perfección técnica, siempre sujeta a cambios cronológicos y sobre todo a variación espacial. SI bien inicialmente se pensó que la cerámica más tosca de Tiwanaku sería la más tardía o "decadente", el hallazgo en el año 2006 de más de cuatro centenas de piezas cerámicas de gran perfección y colorido en la isla de Pariti, en la porción menor del Titicaca, datadas por radiocarbono en el 1000 d.C., permite discutir esta idea. Así, todavía se discute el significado de la variedad cerámica de Tiwanaku. Existe una notable variedad entre zonas de la propia cuenca del Titicaca, por no mencionar los estilos derivados de Tiwanaku en zonas como Azapa (Chile) o Cochabamba (Bolivia). Tiwanaku también destacó en el arte textil, con predominio del uso de lana de camélidos andinos, generando tapices polícromos sumamente complejos observables en zonas secas como el norte de Chile o el altiplano boliviano meridional. Usaron ampliamente la tecnología del bronce, destacando su uso en la arquitectura ceremonial de piedra en forma de grampas de sujeción. Otros materiales trabajados por Tiwanaku o por regiones sujetas a su influencia ideológica fueron ornamentos de oro laminado y plata, tallas de madera, objetos de hueso pirograbado, cestería y cuentas de collar en piedras semipreciosas, hueso y concha.
El primer europeo en describir los restos arqueológicos de Tiwanaku fue el cronista español Pedro Cieza de Leónen el siglo XVI. Sin embargo, las visitas de estudiosos al sitio se dieron mayormente desde el siglo XIX, con personajes como Alcide D'Orbigny, Ephraim Squier, Charles Weiner, y posteriormente arqueólogos más formales como Alphonse Bandelier o Max Uhle, ya a comienzos del siglo XX. Posteriormente, el arqueólogo aficionado Arthur Posnansky estudió la zona planteando diversas teorías, sumamente especulativas, sobre los orígenes y desarrollo de Tiwanaku. Durante el siglo XX destacaron los estudios del estadounidense Wendell Bennett en la década de 1930; el boliviano Carlos Ponce Sanginés entre los años '60 y '80; y los estadounidenses Alan Kolata, David Browman y Marc Bermann, así como los bolivianos Juan Albarracín-Jordán y Sonia Alconini, en los años '90. En el presente siglo destacan los aportes de los estadounidenses John Janusek, Charles Stanish, Nicole Couture, Deborah Blom y Alexei Vranich; el finlandés Antti Korpisaari; y los bolivianos Claudia Rivera, Jédu Sagárnaga y Juan Villanueva.
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Eran grandes arquitectos, sus habitantes construyeron centros ceremoniales canales y caminos, su economía se basó en la crianza de llamas y alpacas; también se dedicaron al trabajo de metales blandos (cobre, oro y plata), al comercio y elaboración de cerámica policromada (o sea de varios colores).
Eso es todo, espero que te ayude.
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