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Al someter a presión y velocidad durante el trayecto, nuestro cerebro sufre estragos momentáneos que provocan que la sangre no llegue adecuadamente, a éste lo que causa desmayos que no duran más de tres segundos.
Mientras disfrutamos de esta atracción, nuestro sistema neurológico segrega dopamina y adrenalina, situación que hace que queramos volver a subirnos al juego, además quita el estrés.
El estudio se realizó en personas sanas que registraron una aceleración significativa en su cabeza, en un lapso de tres paseos, aunque esto no representó ninguna gravedad.
Henry Ford, uno de los investigadores encargados de estudio, señaló que se pueden presentar lesiones en el oído y molestias debido a la presión que la atracción ejerce sobre el cuerpo.
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