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A “CALIMÁN”, MORIBUNDO
Tú, que fuiste mi defensa,
siendo bravo, pero tierno,
no emprendas el viaje eterno
que con la muerte comienza.
Me embarga una pena inmensa,
¡oh compañero bravío!,
y maldigo a aquel impío,
sádico, ruin y cobarde
que de sevicia hizo alarde
al herirte, amigo mío.
Estás malherido y yerto,
¡oh fiel y valiente can!...
¡No te mueras, “Calimán”!,
¡yo no quiero verte muerto!
Sobre el orificio abierto
por la bala malhechora
revolotean ahora
las moscas abominables;
te impide el dolor que me hables
con tus ojos como otrora.
Fea está y deshilachada
tu cola que fue coposa,
y tu piel que fuera hermosa
está de sangre manchada.
Está mustia tu mirada
que fue tan alegre viva;
no la enfilas hacia arriba,
sólo miras hacia el suelo;
tus ojos los cubre un velo
que de mirar bien los priva.
Sentí una enorme tristeza
cuando fui a desayunar
y no te vi, a mi pesar,
echado junto a la mesa.
Con inaudita presteza,
llegabas antes al ver
que me sentaba a comer,
y al tirarte una migaja,
tenías la gran ventaja
de no dejarla caer.
Cual si fueras un hoja,
todo un temblor te recorre;
no hay modo de que se borre
de tu rostro la congoja.
Permíteme que te coja
entre mis brazos, amigo,
para compartir contigo
las machas sanguinolentas…
¡Ah cómo veo que intentas
comprender lo que te digo!
Por LÁCIDES MANUEL MARTÍNEZ ÁVILA
A “CALIMÁN”, MORIBUNDO
Tú, que fuiste mi defensa,
siendo bravo, pero tierno,
no emprendas el viaje eterno
que con la muerte comienza.
Me embarga una pena inmensa,
¡oh compañero bravío!,
y maldigo a aquel impío,
sádico, ruin y cobarde
que de sevicia hizo alarde
al herirte, amigo mío.
Estás malherido y yerto,
¡oh fiel y valiente can!...
¡No te mueras, “Calimán”!,
¡yo no quiero verte muerto!
Sobre el orificio abierto
por la bala malhechora
revolotean ahora
las moscas abominables;
te impide el dolor que me hables
con tus ojos como otrora.
Fea está y deshilachada
tu cola que fue coposa,
y tu piel que fuera hermosa
está de sangre manchada.
Está mustia tu mirada
que fue tan alegre viva;
no la enfilas hacia arriba,
sólo miras hacia el suelo;
tus ojos los cubre un velo
que de mirar bien los priva.
Sentí una enorme tristeza
cuando fui a desayunar
y no te vi, a mi pesar,
echado junto a la mesa.
Con inaudita presteza,
llegabas antes al ver
que me sentaba a comer,
y al tirarte una migaja,
tenías la gran ventaja
de no dejarla caer.
Cual si fueras un hoja,
todo un temblor te recorre;
no hay modo de que se borre
de tu rostro la congoja.
Permíteme que te coja
entre mis brazos, amigo,
para compartir contigo
las machas sanguinolentas…
¡Ah cómo veo que intentas
comprender lo que te digo!
Por LÁCIDES MANUEL MARTÍNEZ ÁVILA
Respuesta dada por:
3
No creo en alarmas
de incendio
en estaciones de Bomberos
ni en chalecos salvavidas
para vuelos
sin mar
2do Poema
Si alguna vez vuelves a pensar en mi...
O sin darte cuenta
sientes la necesidad de amarme...
Me encontrarás en marte
& la estrella que más brille,
a mano derecha...
3er Poema
Un día escribiré Tan Fuerte que no tendras más remedio que leerme
de incendio
en estaciones de Bomberos
ni en chalecos salvavidas
para vuelos
sin mar
2do Poema
Si alguna vez vuelves a pensar en mi...
O sin darte cuenta
sientes la necesidad de amarme...
Me encontrarás en marte
& la estrella que más brille,
a mano derecha...
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Un día escribiré Tan Fuerte que no tendras más remedio que leerme
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