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En el Antiguo Egipto, a partir del Reino Medio, se dejaron de elevar pirámides, pues atraía muchas complicaciones tanto en su construcción como en su mantenimiento. A diferencia de lo que sucedía en el Reino Antiguo, todo egipcio que tuviera los medios necesarios podía hacerse momificar y tener su propia tumba. Los difuntos se enterraron a partir de este momento en tumbas excavadas en la roca denominadas “hipogeos”.
Las tumbas hipogeos se realizaban dentro de la montaña, donde se abrían corredores, vestíbulos y escaleras. Las vías de acceso eran complicadas con el fin de desalentar a los ladrones. Como todo sepulcro egipcio, la función era prolongar la existencia eternamente negando el hecho de la muerte, por ello se las denominaba “Castillo de la eternidad”.
La prosperidad conseguida en el Imperio Nuevo permitió a muchos de sus habitantes decorar lujosamente sus tumbas. Por sus pinturas y diversos tesoros, estas constituyen uno de los conjuntos artísticos más valiosos de la cultura egipcia. Las más importantes son: las tumbas de los faraones, disimuladas en los acantilados del Valle de los Reyes, lugar de escondite para los muertos y sus tesoros; las de reinas y príncipes muertos jóvenes en el Valle de las Reinas, y las tumbas privadas que pertenecían a particulares adinerados y de elevada condición social.
Para los egipcios, el difunto tenía las mismas necesidades en el mundo de los muertos que entre los vivos. En las cámaras cercanas a los sarcófagos se colocaban sus vestidos, sus joyas, sus armas, etc. Además, un ejército de figurillas, los “respondientes” reemplazaban al dueño de la tumba en las tareas pesadas, como labores agrícolas o guerreras, y estaban atentos para “responder” inmediatamente al llamado del difunto. Estas figuritas eran los sustitutos del muerto cuando a éste se le reclamaba alguna tarea. Los respondientes de Tutankamón, por ejemplo, llevan las insignias reales, mientras que los respondientes privados llevaban instrumentos para todo tipo de labores.
Los muertos recibían provisiones por medio de sus familiares o de servicios contratados. Las ofrendas se colocaban ante la llamada “puerta falsa”, donde también estaba la estatua del doble. Además en el interior de las tumbas se pintaba o se esculpía en bajorrelieve las ofrendas más necesarias para la subsistencia. Originariamente, la mesa de ofrendas parece haber consistido en una simple esterilla tendida en el suelo con un pan encima. Las ofrendas típicas eran de pan y cerveza, que no eran tan sólo dos elementos esenciales de la alimentación egipcia, sino que también significan la resurrección de Osiris.
Un gran cambio se produjo con el advenimiento del Imperio Nuevo y las consecuencias de las conquistas asiáticas. La sociedad cortesana adoptó los lujos y modas provenientes del Cercano Oriente y por ende el mundo de ultratumba también se hizo más sofisticado. Las ofrendas se fueron haciendo cada vez más variadas y complejas hasta convertirse en verdaderos banquetes. Esto tenía el mismo carácter de sustituto que la pintura mural en las tumbas.