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Durante su primer mandato presidencial, Díaz se rodeó de los antiguos combatientes de Tuxtepec. El principal asesor de Díaz fue Justo Benítez, quien además era amigo y compañero personal del presidente, y sí tenía experiencia política. Benítez enseñó a Díaz el manejo de la política, lecciones que años más tarde el presidente aplicaría en su gobierno. Hacia 1879, cuando comenzó la carrera por la sucesión presidencial, se perfilaban dos candidatos, Justo Benítez y Manuel González. A pesar de que varios grupos políticos sugirieron a Díaz volverse a presentar como candidato, el general declinó la oferta puesto que contrariaba los principios del Plan de Tuxtepec, con el que había llegado a la presidencia. Manuel González derrotó a Benítez y consiguió la candidatura. El 1 de diciembre de 1880, tras unas elecciones sin contratiempos, González se convirtió en Presidente de México. Díaz siguió desempeñando papeles en la administración pública nacional, como el cargo de Ministro de Fomento. El presidente González cometió varios errores, que aunados a los escándalos de administración y corrupción, desprestigiaron su figura. Porfirio Díaz regresó a la presidencia en 1884, con el apoyo de todos los sectores políticos del país.78
Uno de los principales objetivos de la segunda administración porfirista fue la pacificación del país. Esta política se basó en dos aspectos, el primero consistió en incorporar al régimen a adversarios y opositores a su gobierno, mediante la concesión de cargos ministeriales. En su primer gabinete, se contaron únicamente antiguos revolucionarios de Tuxtepec. Ya en su segunda administración, se incorporaron lerdistas, iglesistas, gonzalistas e incluso miembros del Partido Conservador. Manuel Romero Rubio, suegro del presidente ocupó durante once años la cartera de Gobernación, e incluso se dijo que poseía aspiraciones presidenciales. Díaz, sin embargo, se encargó de descalificar a Romero Rubio, ya que la intención del presidente era perpetuarse en el poder.79