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La gente suele presumir de su raza, tribu, cultura, ciudad o país. Eso está en contra del punto de vista de Jehová sobre los gobiernos y sobre la humanidad. Claro, él no nos pide que renunciemos a nuestra cultura. De hecho, todas las culturas que hay muestran la increíble variedad de la familia humana. Aun así, recordemos que todos somos iguales para Jehová (Rom. 10:12). Sentirnos demasiado orgullosos del sitio donde nacimos da lugar al nacionalismo, y puede ser el primer paso para violar la neutralidad. Los cristianos no somos inmunes a ese tipo de orgullo. Hasta en el primer siglo, algunos discriminaron a sus hermanos por su nacionalidad (Hech. 6:1). ¿Cómo podemos saber si estamos desarrollando ese orgullo? Supongamos que un hermano de otro lugar nos da una sugerencia. ¿La rechazaríamos, pensando: “Aquí lo hacemos mejor”? Más bien, sigamos el consejo de la Biblia en el texto de hoy. w16.04 4:12, 13
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