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La epidermis: un escudo protector
La epidermis es la parte superficial de la piel. Su superficie, denominada stratum corneum (o capa córnea), está en contacto directo con nuestro entorno. Esta capa córnea está constituida por una superposición de células, los corneocitos, cuya función principal es proteger las capas subyacentes de la entrada y salida de agua, de la penetración de sustancias químicas y de agentes patógenos.
¡En el centro de la epidermis, células unidas para hacer frente!
En el centro de la epidermis hay células, los queratinocitos, rodeadas por un cemento lipídico que segregan. Este está compuesto por ceramidas, ácidos grasos libres, triglicéridos y colesterol. Esta sustancia permite a las células una muy buena adherencia e impide que el agua se infiltre entre ellas para difundirse hacia la superficie.
¡Inmunidad a toda prueba!
Cuando un agente patógeno llega a penetrar la capa córnea, será detectado por células “de defensa”, las células de Langerhans. Estas controlan al elemento intruso y se encargan de proceder a su destrucción mediante una reacción inmunitaria.
Zoom sobre las células de Langerhans
Las células de Langerhans son células móviles que representan del 3 % al 6 % de las células de la epidermis. Proceden de la médula ósea y forman parte del sistema inmunitario. Verdaderos “centinelas”, las células de Langerhans permiten a la piel defenderse frente a las agresiones externas físicas (UV), químicas (alergenos) o microbiológicas (bacterias, virus). Estas células captan a los eventuales intrusos que se depositan sobre la piel, se los presentan a los linfocitos T (células inmunitarias) y activan su eliminación. Indirectamente, son responsables de las reacciones inflamatorias, de la hipersensibilidad cutánea y de las alergias. Cuando ya no funcionan, los receptores son demasiado sensibles y se produce una hiperreactividad o una hipersensibilidad.
La epidermis, fuente de diversidad de color
En el límite de la dermis y de la epidermis se encuentran los melanocitos. Se trata de células especializadas en la producción de melaninas, pigmentos que desempeñan un papel primordial en el proceso de coloración de la piel. Estas células poseen digitaciones, una especie de prolongaciones en forma de dedos, que se inmiscuyen entre las células para aportarles la melanina.
La sorprendente sensorialidad de la epidermis
La epidermis posee receptores sensoriales: células de Merkel, corpúsculo de Meissner, Ruffini y Pacini. Bajo la influencia de una estimulación, estas células transmiten mensajes a las terminaciones nerviosas, provocando la aparición de una percepción: textura, presión, frío, calor, dolor…
Una producción esencial de vitamina D
La piel es experta en la síntesis de la vitamina D3 bajo los efectos de los rayos del sol sobre el colesterol. Una vez producida, esta vitamina pasa directamente a los vasos sanguíneos de la piel y es transportada hacia el hígado y los riñones, donde se transformará en forma activa. En cantidad suficiente en la sangre, la vitamina D3 permite una mejor absorción intestinal de calcio y de fósforo, esencial en particular para el crecimiento y la resistencia de los huesos. Existe una segunda fuente de vitamina D que es la alimentación (pescados grasos, huevos, mantequilla, aceite de hígado de bacalao). Se considera que con una exposición mínima la sol (15 a 30 minutos al día), la piel produce entre el 50 % y el 90 % de la vitamina D.
La epidermis es la parte superficial de la piel. Su superficie, denominada stratum corneum (o capa córnea), está en contacto directo con nuestro entorno. Esta capa córnea está constituida por una superposición de células, los corneocitos, cuya función principal es proteger las capas subyacentes de la entrada y salida de agua, de la penetración de sustancias químicas y de agentes patógenos.
¡En el centro de la epidermis, células unidas para hacer frente!
En el centro de la epidermis hay células, los queratinocitos, rodeadas por un cemento lipídico que segregan. Este está compuesto por ceramidas, ácidos grasos libres, triglicéridos y colesterol. Esta sustancia permite a las células una muy buena adherencia e impide que el agua se infiltre entre ellas para difundirse hacia la superficie.
¡Inmunidad a toda prueba!
Cuando un agente patógeno llega a penetrar la capa córnea, será detectado por células “de defensa”, las células de Langerhans. Estas controlan al elemento intruso y se encargan de proceder a su destrucción mediante una reacción inmunitaria.
Zoom sobre las células de Langerhans
Las células de Langerhans son células móviles que representan del 3 % al 6 % de las células de la epidermis. Proceden de la médula ósea y forman parte del sistema inmunitario. Verdaderos “centinelas”, las células de Langerhans permiten a la piel defenderse frente a las agresiones externas físicas (UV), químicas (alergenos) o microbiológicas (bacterias, virus). Estas células captan a los eventuales intrusos que se depositan sobre la piel, se los presentan a los linfocitos T (células inmunitarias) y activan su eliminación. Indirectamente, son responsables de las reacciones inflamatorias, de la hipersensibilidad cutánea y de las alergias. Cuando ya no funcionan, los receptores son demasiado sensibles y se produce una hiperreactividad o una hipersensibilidad.
La epidermis, fuente de diversidad de color
En el límite de la dermis y de la epidermis se encuentran los melanocitos. Se trata de células especializadas en la producción de melaninas, pigmentos que desempeñan un papel primordial en el proceso de coloración de la piel. Estas células poseen digitaciones, una especie de prolongaciones en forma de dedos, que se inmiscuyen entre las células para aportarles la melanina.
La sorprendente sensorialidad de la epidermis
La epidermis posee receptores sensoriales: células de Merkel, corpúsculo de Meissner, Ruffini y Pacini. Bajo la influencia de una estimulación, estas células transmiten mensajes a las terminaciones nerviosas, provocando la aparición de una percepción: textura, presión, frío, calor, dolor…
Una producción esencial de vitamina D
La piel es experta en la síntesis de la vitamina D3 bajo los efectos de los rayos del sol sobre el colesterol. Una vez producida, esta vitamina pasa directamente a los vasos sanguíneos de la piel y es transportada hacia el hígado y los riñones, donde se transformará en forma activa. En cantidad suficiente en la sangre, la vitamina D3 permite una mejor absorción intestinal de calcio y de fósforo, esencial en particular para el crecimiento y la resistencia de los huesos. Existe una segunda fuente de vitamina D que es la alimentación (pescados grasos, huevos, mantequilla, aceite de hígado de bacalao). Se considera que con una exposición mínima la sol (15 a 30 minutos al día), la piel produce entre el 50 % y el 90 % de la vitamina D.
eidercaicedo125:
de sociales de conquista española por favor gracias +
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