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DE LA MALDAD HUMANA.
Cuentan de cierto niño que veía
sobre las ramas de un laurel florido
el ave que cuidaba ahi en el nido
dos huevecitos como dos poesías.
La mañana era blanca cual ninguna,
y el muchacho travieso como pocos.
Con cierto impulso tan pueril y loco
de averiguar qué cosa había en la cuna.
Meses atrás las aves anidaron,
haciéndose arrumacos cual pareja
que para procrear todo lo deja
y sólo de lo suyo se ocuparon.
Al paso de los días dio la hembra
al nido cual riqueza dos tesoros
que acompañaron en silencio al coro
de sus padres con trinos como siembra...
Todo el campo se dio por enterado
que dos polluelos pronto nacerían.
Pasaba aquella madre bellos días,
el padre la adoraba, enamorado.
Por las mañanas él salía desde antes
que el sol con su calor iluminara
a la campiña que en frescor cegara
a aquel ave que volvería triunfante.
Fue mucho aquel trabajo y sacrificio
de alimentar él sólo a su pareja,
y es mucha la ilusión que no le deja
sentir cómo se acerca un maleficio...
Aquel niño avispado y contrahecho
más del alma que el cuerpo, quién diría,
ha decidido, en pertinaz porfía
llevarse a sus hijitos y lo ha hecho.
Cuánta desolación ha provocado
un acto de maldad irreflexivo.
Para romper el cascarón se ha ido
y luego corre riendo, aquel malvado.
Cómo en el corazón del ser humano
duermen ambas semillas: luz y sombras.
Si todavía lo malo nos asombra
pidamos paz a Dios con ambas manos.
Cuentan de cierto niño que veía
sobre las ramas de un laurel florido
el ave que cuidaba ahi en el nido
dos huevecitos como dos poesías.
La mañana era blanca cual ninguna,
y el muchacho travieso como pocos.
Con cierto impulso tan pueril y loco
de averiguar qué cosa había en la cuna.
Meses atrás las aves anidaron,
haciéndose arrumacos cual pareja
que para procrear todo lo deja
y sólo de lo suyo se ocuparon.
Al paso de los días dio la hembra
al nido cual riqueza dos tesoros
que acompañaron en silencio al coro
de sus padres con trinos como siembra...
Todo el campo se dio por enterado
que dos polluelos pronto nacerían.
Pasaba aquella madre bellos días,
el padre la adoraba, enamorado.
Por las mañanas él salía desde antes
que el sol con su calor iluminara
a la campiña que en frescor cegara
a aquel ave que volvería triunfante.
Fue mucho aquel trabajo y sacrificio
de alimentar él sólo a su pareja,
y es mucha la ilusión que no le deja
sentir cómo se acerca un maleficio...
Aquel niño avispado y contrahecho
más del alma que el cuerpo, quién diría,
ha decidido, en pertinaz porfía
llevarse a sus hijitos y lo ha hecho.
Cuánta desolación ha provocado
un acto de maldad irreflexivo.
Para romper el cascarón se ha ido
y luego corre riendo, aquel malvado.
Cómo en el corazón del ser humano
duermen ambas semillas: luz y sombras.
Si todavía lo malo nos asombra
pidamos paz a Dios con ambas manos.
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