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Venustiano Carranza
Venustiano Carranza estudió leyes en la capital mexicana y a partir de 1887, año en que contrajo matrimonio con Virginia Salinas, comenzó a participar activamente en la política local, alcanzando paulatinamente los cargos de presidente municipal de Cuatro Ciénegas, diputado local, senador y gobernador de Coahuila. Cuando en 1910 estalló la Revolución mexicana, Venustiano Carranza se adhirió al maderismo; un año después, la Revolución y las elecciones habían aupado a Francisco I. Madero a la presidencia de la República. Durante el mandato de Madero (1911-1913), Carranza fue designado ministro de Guerra y Marina.
En 1913, el presidente Madero fue asesinado por sicarios de quien sería su sucesor en la presidencia: Victoriano Huerta, que instauró una férrea dictadura militarista (1913-1914) de signo claramente contrarrevolucionario. Poco después del asesinato de Madero, Venustiano Carranza proclamó el Plan de Guadalupe (marzo de 1913), manifiesto a la nación en que negaba la autoridad del gobierno usurpador de Victoriano Huerta y se nombraba a sí mismo Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Su bandera política era la obediencia a la Constitución y la restauración del orden alterado.
En su lucha contra Victoriano Huerta, Carranza recibió el apoyo de otros líderes revolucionarios. En el norte contaba con la ayuda de Álvaro Obregón, Pablo González y Pancho Villa, mientras que en el sur otro revolucionario, Emiliano Zapata, iniciaba una lucha independiente. En 1914, los Estados Unidos invadieron México; Carranza estableció acuerdos con los estadounidenses para evitar la intromisión en la política interna mexicana. Mientras tanto, los ejércitos constitucionalistas triunfaban en todos los frentes, obligando a Victoriano Huerta a renunciar a la presidencia en julio de 1914.
Carranza entró victorioso en Ciudad de México; sin embargo, pronto surgieron diferencias entre los distintos jefes revolucionarios. Para intentar paliarlas se convocó la Convención de Aguascalientes (octubre de 1914), en la que se abrieron brechas irreconciliables, haciéndose insalvable la división en dos bandos: el revolucionarismo agrario de Pancho Villa y Emiliano Zapata, que se negaron a disolver sus ejércitos y a reconocer la autoridad de Carranza, y la tendencia moderada y legalista que encarnaba el mismo Carranza y que contaba con el apoyo de Álvaro Obregón.