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Trata el libro del Barranco, el balneario lirico en donde se formaron y crecieron Eguren, Beingolea, Parra del Riego, Bustamante y Ballivian y también en ciertos momentos, se inspiraron Valdelomar, Hidalgo, y antes Chocano y Gonzales Prada.
El narrador da impresiones del paisaje barranquino, no el paisaje mismo, objetivo, bidimensional, sino el barranco de finales de los veinte, que surge envuelto en una prestigiosa niebla de imágenes, sensaciones, sentimientos y olores que proceden a su mar, su malecón, sus burgueses veraneantes, sus beatas atrabiliarias, sus niñas impúdicas.
Basta para admirarlo recordar su intempestivo modo de describir:… “ Ya a principiado el invierno en Barranco, raro invierno, lelo y frágil, que parece que va hendirse en el cielo y dejar asomar una punta del verano.
Nieblecita del pequeño invierno cosa del alma, soplo del mar, garuas del viaje en bote de un muelle a otro; aleteo sonoro de beatas retardadas, opaco rumor de misas, invierno recién entrado. Ahora hay que ir al colegio con frio en las manos.
El desayuno es una bola en el estomago y una dureza de silla de comedor en las posaderas, y una ganas solemnes de no ir al colegio en todo el cuerpo… Una palmera descuella sobre una casa; como la forma flabeliforme, suavemente neta, rosa, fulgida. Y ahora silbas tu, con el tranvía, muchacho de ojos serrados.Tu no comprendes como se puede ir al colegio tan de mañana y habiendo malecones con mar debajo…”.
Se podría decir que la descripción es valida para cualquier ciudad donde haya un muchacho, un malecón, el mar y una palmera. Pero el conjunto de estas cosas y seres, y su atmósfera solo corresponden a una ciudad pequeña, semi rural, balnearia, de cielo gris, de tedio azul, de calificativo limeño.
Otro aspecto importante que observamos en esta obra es el procedimiento metafórico que magistralmente es manejado por Adán:…” Ahora el cielo no existe; se ha desarrollado como una alfombra y a quedado en desnudo el entarimado del espacio por donde los mundos caminan; sociedad elegante, con lentitud, con silencio, con fastidio”… “Noche de verano vestida de cerveza negra con pardas espumas de estrellas”.
La ironía, el disparate, la imagen de una nueva poesía asoman tras el invierno de Barranco, tras el campo costeño, tras la parroquia del pueblo, tras el mar y tras los viejos del lugar:… “Ramón se puso las gafas y quedo mas zambo que nunca de faz y de piernas”… “dijo que si y séllenlo los bolsillos con las manos…”
Ramón se despojo de su esperanza como si se hubiera despojado de su sombrero y allí afloraban también los amores:… La gringa era un camino ambulante, ciego de sol, por el que se iba a las tumbas, a un país de nieve y musgo donde se empinaba una magra y lívida ciudad de rascacielos con todo el misterio de la mecánica en las fabricas sombrías”. Y después de Annie Doll, vendrán otras, y al final catita…”.
La carta de catita huele a soltería -a incienso, a flores secas, a jabón, a yeso, a botica, a leche- soltería emblemática con gafas de concha y un dedo índice tieso”.
El narrador da impresiones del paisaje barranquino, no el paisaje mismo, objetivo, bidimensional, sino el barranco de finales de los veinte, que surge envuelto en una prestigiosa niebla de imágenes, sensaciones, sentimientos y olores que proceden a su mar, su malecón, sus burgueses veraneantes, sus beatas atrabiliarias, sus niñas impúdicas.
Basta para admirarlo recordar su intempestivo modo de describir:… “ Ya a principiado el invierno en Barranco, raro invierno, lelo y frágil, que parece que va hendirse en el cielo y dejar asomar una punta del verano.
Nieblecita del pequeño invierno cosa del alma, soplo del mar, garuas del viaje en bote de un muelle a otro; aleteo sonoro de beatas retardadas, opaco rumor de misas, invierno recién entrado. Ahora hay que ir al colegio con frio en las manos.
El desayuno es una bola en el estomago y una dureza de silla de comedor en las posaderas, y una ganas solemnes de no ir al colegio en todo el cuerpo… Una palmera descuella sobre una casa; como la forma flabeliforme, suavemente neta, rosa, fulgida. Y ahora silbas tu, con el tranvía, muchacho de ojos serrados.Tu no comprendes como se puede ir al colegio tan de mañana y habiendo malecones con mar debajo…”.
Se podría decir que la descripción es valida para cualquier ciudad donde haya un muchacho, un malecón, el mar y una palmera. Pero el conjunto de estas cosas y seres, y su atmósfera solo corresponden a una ciudad pequeña, semi rural, balnearia, de cielo gris, de tedio azul, de calificativo limeño.
Otro aspecto importante que observamos en esta obra es el procedimiento metafórico que magistralmente es manejado por Adán:…” Ahora el cielo no existe; se ha desarrollado como una alfombra y a quedado en desnudo el entarimado del espacio por donde los mundos caminan; sociedad elegante, con lentitud, con silencio, con fastidio”… “Noche de verano vestida de cerveza negra con pardas espumas de estrellas”.
La ironía, el disparate, la imagen de una nueva poesía asoman tras el invierno de Barranco, tras el campo costeño, tras la parroquia del pueblo, tras el mar y tras los viejos del lugar:… “Ramón se puso las gafas y quedo mas zambo que nunca de faz y de piernas”… “dijo que si y séllenlo los bolsillos con las manos…”
Ramón se despojo de su esperanza como si se hubiera despojado de su sombrero y allí afloraban también los amores:… La gringa era un camino ambulante, ciego de sol, por el que se iba a las tumbas, a un país de nieve y musgo donde se empinaba una magra y lívida ciudad de rascacielos con todo el misterio de la mecánica en las fabricas sombrías”. Y después de Annie Doll, vendrán otras, y al final catita…”.
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